El caos, la mejor defensa

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

“No estás deprimido, estás distraído. Distraído de la vida que te puebla. Distraído de la vida que te rodea”, parafrasear a Cabral por estos días, es despabilarse y por un rato, despejar la neblina que nos han puesto y entender que detrás de esa cortina, la realidad viene cabalgando a paso firme.

 

Por casa no hay dobles morales, acá no se trata de ver si Vicentín y compañía, era la clásica empresa Argenta, fundida, cuyos gerentes siempre despliegan fortunas, acumulan deudas de terceros y con una justicia “panqueque”- livianamente a nuestro nombre- se le prestan millones a quien jamás podrá devolverlos, como si para cualquiera de nosotros, estar en el Veraz de Arba o de Afip (ni siquiera de un banco) fueramos sujetos factibles de crédito. Cambiemos, para que nada cambie.

 

Pero claro, la pesadilla no termina, en donde un estado fundido, en Default, arreglando deudores por un cuarto de la deuda, en nombre de una mentira llamada “soberanía almientaria”, compramos entre todos una empresa fundida, para intentar acomodar muchachitos de la Cámpora, que leales a la causa, deben empoderarse de alguna manera como premio a tanta obsecuencia e ideología y así marchamos a reventar, lo poco que quede de una agroexportadora repleta de deudas y activos a liquidarse.  

 

Y ahora que sigue? Tranquilos, quedan unas cuantas, o se olvidan de Sáncor y la deuda de Venezuela? Nuestro estado, nuestro país fundido, es especialista en comprar quiebras, en reciclarlas y en volver a generar deudas de lo debido, o acaso alguien cree que la debacle de nuestro país es por cuenta y orden de algún extraterrestre? No necesitamos a nadie, somos corruptos hasta la médula, repartidores de cargos y nuestros políticos, se regeneran una y otra vez, mientras miramos atónitos como todos se reciclan, sin un “Simon Fisher” –el personaje de Relatos Salvajes, apodado Bombita- que nos termine salvando a todos de una buena vez.

 

Sin embargo, muchos se desgarran las vestiduras, imaginando la Argentina como Venezuela, un país patético, militarizado, gobernado por enfermos pero sobre todas las cosas, habitado por más enfermos, esos mismos Venezolanos que han mirado siempre, sin responder demasiado. No mis amigos, Argentina tiene tanta pero tanta diversidad psiquiátrica, que no tiene la capacidad para transformarse en dicha Republiqueta. Primero, porque el reciclado político, el grado de traición, la corrupción infinita y una ciudadanía tan bipolar, no podrían permitir jamás repetir los resultados. Basta con mirar, las marchas de la semana, todos defendiendo a capa y espada, a un montón de empresarios prebendarios y corruptos, de la empresa fundida en cuestión. Si se quiere sacar lo mejor de dicha manifestación, es el sentido de pertenencia, ese mismo que en el interior sigue existiendo, ese mismo que nadie en todo el conurbano, parece sentir, dispuestos a dejarse llevar como ovejas, por un subsidio, un puntero o quien sabe que promesa, dejando claramente dos Argentinas al desnudo.

 

Por todo esto, queda claro que este cambalache tiene siempre una luz para seguir soñando: ni el estratega más grande es capaz de comprender, contener, convencer y encausar a la Argentina. “Si no puedes convencerlos, confúndelos”, diría Confusio. Por estos pagos, en el caos, siempre termina reinando la esperanza. Que la cuarentena no te distraiga. Porque habrá más expropiaciones, más empresas fundidas, más días de cuarentena, más deudas para patear y sobre todo, nuevos políticos a reciclarse.

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