Las termitas

José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Estamos embarcados en el Arca de Noé, pero hay un grupo de termitas liderados por una reina desquiciada que no sólo se quiere quedar con todo, sino también, nos hará naufragar.

 

Cuando uno trata de conocer más a estos voraces insectos, nos encontramos con que son capaces de devorar todo lo que encuentran a su paso, que viven principalmente ocultos y son motivo de preocupación por pueden destruir la sostenibilidad y estructura de una vivienda.

 

En Argentina, las termitas de las cuáles hablo no son insectos, aunque se comportan como tales. Son seres como nosotros, de carne y hueso, y con particularidades que le son propias: gusto por quedarse con todo lo que encuentran a su paso y destruirlo; gusto por el dinero, especialmente si son dólares termosellados o billetes de 500 euros; evalúan la realidad a cómo creen que puede impactar en su mundo personal; poseen una reina pirucha y bipolar con veleidades de ser exitosa sin que pueda demostrar cómo logró su corona; cuentan su historia épica como si hubieran sido descendientes de grandes revolucionarios, cuando sólo son unos tristes relatores de una saga que no se compara ni con la de “El Señor de los Anillos”; generalmente son cleptómanos y/o corruptos; les seduce los sobreprecios en las licitaciones; sus pensamientos son a todo o nada, sin permitirse la idea de que puede existir una categoría de grises; les encanta liberar delincuentes de las cárceles; tienen complejo de adivinos, imaginando que todo lo malo que les puede pasar viene de la oligarquía y de los periodistas; su pensamiento único, o más bien su único pensamiento es pensar en aumentar impuestos y no en crear empleo de calidad; son dadivosos con los bienes ajenos y muy cuidadosos de los propios.

 

Sin embargo, hay antídotos que pueden ser muy eficaces, antes de que nos coman el arca y nos hundamos junto con ellos: las cacerolas sonando desde todos los balcones y calles; desautorizarlos y desafiarlos con fundamentos sólidos; unirnos democráticamente, teniendo en cuenta que la diversidad de pensamiento nos hace fuertes; ser y demostrar que somos honestos; saber seleccionar a los candidatos políticos por su capacidad intelectual e integridad moral; exigir que se elijan jueces probos; olvidarnos de que a la Argentina sólo la salvan los caudillos simpáticos, cleptómanos, corruptos y piruchos; descubrir dirigentes con sentido común y que se asomen más allá del horizonte. En fin, sabemos todos lo que son las termitas. Hay remedios eficaces para deshacernos de ellas para que no nos hagan naufragar el arca que nos contiene.

 

Hace 80 años, el filósofo españo José Ortega y Gasset nos descía una frase que conserva una actualidad inquietante, pero que forma parte del antídoto a las termitas: “¡Argentinos, a las cosas!”.      

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