Reflexiones de cuarentena

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Cuando los seres humanos tomamos este aislamiento social preventivo obligatorio sin perspectiva nos podemos desbarrancar y poner en peligro a nuestro prójimo.

 

En primer lugar, no debemos perder de vista el objetivo de tal medida: la prevención y la preservación de la vida ante una pandemia novedosa, que puede hacer colapsar el sistema sanitario. Más aún para aquellos que tenemos alguna enfermedad preexistente como Espada de Damocles sobre nuestras cabezas y que si no lo tomamos con cierto relajamiento podríamos perder el equilibrio, pensándonos en una prisión domiciliaria hasta que se encuentre un tratamiento efectivo o una vacuna.

 

De allí que, más allá de que muchos debemos seguir manteniendo ritmos y horarios de trabajo utilizando herramientas tecnológicas, el hecho de que nos movamos en una limitada superficie nos obliga a reinventarnos: a tener tiempo suficiente como para leer un libro nuevo o uno que atesoramos; a realizar alguna actividad física diaria; a darle más profundidad al diálogo con nuestra compañera o compañero de confinamiento; a encontrar en la videoconferencia con nuestros hijos y nietos esa alegría del reencuentro y compartir con ellos sus saberes y haceres; a mirar alguna película o serie, entre otras actividades.

 

No sé si a ustedes no les pasa algo que me sucede: la aparición de recuerdos incompletos, pero transparentes, de aquel arroyito de la infancia que corría cercano al galpón de máquinas ferroviarias, punto de encuentro del grupo de amigos o el recuerdo de algún hecho puntual que quedó atesorado en nuestro cerebro y en nuestro corazón, o los rostros de aquellos vecinos gentiles, casi hermanos, que teníamos en la cuadra, o alguna travesura que nos costó algún coscorrón de nuestros padres. Todo sirve, ya no como pasatiempo, sino como para volver a nosotros mismos, a nuestra esencia, a repensarnos como seres humanos con valores que nos fueron marcando desde nuestra infancia.

 

Nada pasa por pasar. Lo que pasa nos marca. La historia es siempre novedosa. Por eso a pesar de las desilusiones y frustraciones, no hay motivo para descreer del valor de las gestas cotidianas, pues son las que le dan impulso al torrente de la vida. Ésta por la que estamos pasando es una de ellas.

 

Este momento tan especial en nuestras vidas -histórico, podríamos decir- nos debe acercar a esa pertenencia del hombre a las cosas simples y cercanas. Nos debe hacer valorar lo que hoy podemos estar extrañando: nuestra familia, nuestros sitios de trabajo, nuestros compañeros de labor, nuestros amigos, la salita de la radio en los domingos junto a vos Carlos -como es mi caso-, las caminatas en el Parque Independencia o en el de Mayo. También valorar lo que siempre hemos tenido y que no le damos importancia hasta que llega una crisis así: a los médicos, enfermeros, servidores públicos, y tantos que están arriesgando sus vidas para salvar nuestras vidas.

 

Por eso hay que resistir. Pensemos a esta cuarentena como un puente que es preciso atravesar para alcanzar más vida, y que nos debe dejar enseñanzas, por caso la paciencia, la fortaleza ante la adversidad, la resiliencia. Se nos abre un nuevo sendero hacia el futuro como humanidad. No lo desaprovechemos.

Escribir comentario

Comentarios: 0