Miserias, un baño de realidades

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

La respuesta a un mejor mundo tras la pandemia rápidamente comenzó a responderse en la Argentina, tras un viernes fatídico, donde lo peor de todos quedó al desnudo. Un país rehén de gremios y sindicatos, con un presidente genuflexo a los mismos, tomó un sorbo de su propia medicina, dejando al desnudo al más sensible sector, por un lado al maltrato de siempre y ahora además, a la epidemia tan temida.

 

La semana comenzó movidita, derribando rápidamente el optimismo de aquellos que soñaron una sociedad sin grietas, donde la ideología como enfermedad terminal más maligna, salió a la calle de la mano de un delincuente probado por la justicia como Samid y escoltado por el carnicero sin bifes -un tal Williams - con quien se desnudan los medios más mediocres, demostrando que la información periodística fundamentada no es importante, como lo puede ser un titular y sus consecuencias. Detrás, un gobierno con revanchistas a la cabeza, que rápidamente mandaron sus mensajes al mercado, extorsionando con un listado de precios y kilos que ya poseen, pero que puestos en un teléfono y en un apriete, dejan al descubierto que harán lo imposible por arrodillar al sector ganadero.

 

Con gremios y sindicatos acostumbrados a reinar en la Argentina, primero fueron las curtiembres, quienes rápidamente se negaron a trabajar, mientras que se repetían audios de camioneros, amenazando no salir a las rutas, expuestos y sin servicios, algo real pero que en situaciones como las que vivimos, no había un aval social para llevarlo a cabo. Así, mientras mirábamos azorados –hasta el mismo Hugo se sorprendió al escucharlo- el presidente sacaba a relucir su indignidad con Moyano, ponderando al dirigente como gran empresario responsable que paralelamente, reducía todos los sueldos del personal del club de fútbol que preside. Un rufián, aplaudido por quien a veces nos recuerda su llegada como títere.

 

Mientras tanto, los bancarios acostumbrados a reírse del país que los mantiene, sostenían su cuarentena, como si atender atrás de un vidrio de una caja, con 5 horas de laburo al público atendiendo no más de 30 gauchos por día y sin grandes sacrificios, tuvieran más riesgo que el almacenero, que nos banca en una sillita expuestos a no menos de 100 personas por día, para que con plata o con plástico, todos sigamos adelante.

 

Y la bomba al fin estalló, dejando al desnudo la total imprevisión, el desconocimiento absoluto de la vida y costumbres de los jubilados y encontrando así la respuesta, para un gremio que dejará escrito en la historia nacional que alguna vez en la Argentina, un bancario tuvo que trabajar un sábado y un domingo. Dichosos los ojos que lo ven, para que una vez al menos, se justifiquen las jubilaciones a edades adolescentes y los sinfines de beneficios, que quienes andamos en la calle día a día, jamás ostentaremos soñar siquiera.

 

Para concluir las miserias semanales, hubo que escuchar a muchos funcionarios desgarrarse las vestiduras, hablando de las razones por las cuales, sonaba injusto que la ciudadanía les pidiera un sacrificio. “Nosotros vivimos de nuestros ingresos. Muchas veces atendemos el teléfono en cualquier horario, trabajamos fines de semana, estamos las 24 hs a disposición de la gente. Es injusto que nos pidan un sacrificio, no entiendo a la gente cuando pide esto”, se martirizaba un político en la radio a regañadientes por la quita apenas, de un 20% del sueldo que les pagamos.

 

Indudablemente estos señores han vivido demasiado de nosotros y es hora que alguna vez nos enojemos por ello. Ellos piden sacrificios que nosotros hacemos a diario, tal vez algún día comprendan que lo que ellos hacen creyendo que es algo extraordinario, en la jerga y en la calle los de a pie lo conocemos simplemente, como “Trabajo”. Bienvenidos a la realidad, a nuestras miserias de cada día.

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