Nada es imposible

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Cuidado con las provocaciones y los provocadores. No son tiempos de hormonas sino de neuronas.

 

Después de declarar el paro de comercialización, los productores agropecuarios comenzaron a recibir todo tipo de provocaciones por parte de ciertos personajes que no merecen ser respondidas, porque se iniciaría el juego que desde el Gobierno se quiere fogonear, para erigirse como víctima. Este partido ya se jugó en el año 2009 y el actual presidente de la Nación, por entonces Jefe de Gabinete, conoce muy bien la estrategia. No hay que entrar esa encerrona. Si se quiere hacer el paro se hace y listo.

 

Sí me parece razonable que haya un mensaje unificado desde el campo, preciso y claro para con la sociedad. Hasta ahora no lo ha habido y mucho menos desde que el anterior Gobierno volvió a instalar las retenciones.

 

El sector agropecuario no se niega a pagar sus impuestos, siempre y cuando sean razonables; pero sí se opone a las retenciones a las exportaciones no sólo porque son recesivas, sino porque alientan a seguir con una fiesta distributiva sin pensar que se incuba más escasez y penurias en el presente y el futuro.

 

Sin embargo, el tema no son sólo las retenciones o derechos de exportación en sí, sino algo mucho más profundo que hay que esclarecer a la sociedad en su conjunto: ¿Hasta cuándo vamos a seguir avalando el crecimiento al infinito del Estado y su ineficiencia?

 

Los argentinos de todas las clases sociales dedicamos una parte importante de nuestro esfuerzo cotidiano a solventar al Estado. Aquellos que no evaden impuestos aportan en forma directa e indirecta buena parte de sus ingresos al Gobierno en sus tres niveles: nacional, provincial y municipal, incluyendo el sistema de seguridad social.

 

El peso y la cantidad de impuestos es excesivamente alto y las contraprestaciones son paupérrimas y en el peor de los casos, nulas.

 

Asimismo, en la seguridad de nadie protesta y todos, a su manera, pagamos los impuestos, la política se fue transformado en una tabla de salvación para muchos y que a modo de monarquía legan más puestos en el propio Estado a sus familiares directos e indirectos, amigos, asesores y punteros políticos.

 

Y como esto es una bola de nieve que viene rodando desde la montaña, desde la política, se siguen exigiendo más exacciones, pero refugiándose en palabras como reforma, cambio, renovación, descentralización, desconcentración, transparencia, federalismo, y, recientemente, solidaridad.

 

Al menos yo, he perdido la capacidad de asombrarme. Me pregunto y les pregunto: ¿Hasta cuándo? Nuestro Estado se ha convertido en un cáncer que no para de devorar y producir metástasis, hasta que no haya más nada que comer y repartir. Ahí nos encontraremos con lo que no queremos: la Venezuela actual.         

 

Nada es imposible, en especial para nosotros, los argentinos.

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