Nada debe sorprendernos

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

No tiene sentido que los argentinos nos hagamos los sorprendidos ante la situación que se vivió en la “Honorable” Cámara de Diputados de la Nación con el diputrucho Daniel Scioli. Con un Gobierno integrado por Alí Babá y los 40 Ladrones, ¿qué se puede esperar? Más de lo mismo. Ya pasó en las épocas del Turco y volverá a pasar hacia adelante mientras una gran masa concurra a las urnas con su único deseo de recibir dinero sin trabajar o, mejor dicho, trabajando de piqueteros o de acompañantes de sindicalistas cuyo horizonte de poder es infinito y se hereda como en las familias mafiosas, del padre a los hijos.

 

Nada debe sorprender, cuando en nuestro país el 25 de febrero se celebra el nacimiento de un capo mafia santacruceño y no el del General José de San Martín, un arquetipo al que todos deberíamos emular. Sin embargo, muchos se quieren parecer o aspiran a imitar al gran arquitecto del mayor atraco con consentimiento de sus víctimas, llámese empresarios prebendarios o habitantes -no corresponde decir ciudadanos- que no aspiran más que a las dádivas del poder.

 

Nada debe sorprender, cuando desde el Ministerio de Agricultura de la Nación se llama a “dialogar” a las cabezas de la Mesa de Enlace y cuando salen no saben a qué fueron, porque además de los mates o de los cafés fríos no se llevaron ninguna respuesta a los reclamos. Eso sí, una sonrisa de su anfitrión y su vistosa colita.

 

Nada debe sorprender, cuando se pide la colaboración con la perinola en Todos Ponen y desde la política no hay una pizca de “Nosotros también ponemos”. Nunca fue así y menos aún ahora.

 

Nada debe sorprender, especialmente con la jugada maestra contra el Poder Judicial, para arrasar con todas las causas que involucra a la mafia, ahora en el poder. Acá no es que haya buenos y malos. Acá hay mafia en ambos lados y alguien debe quedarse con todo el poder.

 

En fin, nada debe sorprender en un país, donde por obra y gracia de la anomia ciudadana caímos en un pozo tan profundo que nos va a ser difícil salir. La mafia está enquistada en todos los estamentos de las instituciones públicas y no hay acciones milagrosas para deshacernos de estas lacras. La única acción está en la reacción ejemplar de los ciudadanos que aún cultivamos el espíritu republicano.

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