Contrastando

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

La tarde de verano aprieta fuerte y la ruta muestra la tranquilidad de los más de 35 grados que se afirman sobre el asfalto. De la nada, el cielo se pone negro y un ventarrón tapa todo con tierra, mientras que las primeras gotas mezcladas con el polvo, regalan una milanesa sobre el parabrisas. Miro una vez más la temperatura y en apenas diez minutos, se caen 10 grados como de un edificio. “Tiempo loco” pienso mientras que a un costado aparece el “Salitral de la vidriera” e imagino las razones de los indios para que estos pagos fueran conocidos como “la tierra del diablo”.

 

Un curioso arcoíris se posa sobre el final de la Ría, mientras que el paisaje camino a la zona medanosa, desnuda que el mar está próximo y me repito como muchas veces, lo privilegiados y la poca importancia que muchos le dan el tener semejante tesoro a tan pocos kilómetros y su poco uso turístico y recreativo, en esta suerte de “espaldas” que regala la Ría sobre la ruta 3 camino Pedro Luro. La dimensión de la Ría, sus riquezas, su belleza única, es algo que unos pocos solemos disfrutar, mientras que el resto pasa por la zona sin enterarse siquiera.

 

Los ñandúes parecen un rodeo pastoreando, de docenas se entremezclan con los primeros médanos en cercanías de Origone, una zona donde alguna vez, valientes chacareros decidieron hacer trigo y encontraron más yerros que aciertos, entre el clima, el suelo y la constante incapacidad del estado, de apoyar la producción agropecuaria.

 

El paisaje no para de cambiar, los médanos, se entremezclan con olivillos y entre llorones, vacas y alguna oveja a la perdida, se asoma un sorgo haciendo coraje detrás de una pintoresca tranquera que da señales de que allí, hay más esfuerzo, más sapiencia y seguramente, más espalda, pero en definitiva, hay alguien que está haciendo mejor las cosas que otros, algo que a veces nos cuesta reconocer en la porfía.

 

A la izquierda me lleno de recuerdos y veo el “Pesquero” de un amigo, ese lugar tan increíble que a kilómetros de salitres, arena y una ría mezclada con campo, permite tener tal vez, de las mejores corvinas que haya pescado. Todo acá, todo a unos kilómetros y el final de la Ría, dando paso al mar abierto. Si faltaba algo para el contraste y bofetear de riquezas nuestra cara, de la nada aparecen los primeros peones de fierro, esos molinos inmensos trabajadores del viento, generando uno de los recursos más caros, como es la energía y que todo nuestro sur hoy parece ser bendecido, con inversiones extranjeras sabedoras de un recurso, que tampoco sabemos dimensionar.

 

“Usted está entrando a la zona de riego” o algo similar reza el cartel en la curva previa de Mayor Buratovich y el cruce aparece con la primera chata vieja cargada de bolsas de cebolla, en una verduleria al paso improvisada, mientras que el paisaje de alpatacos y otros pinchudos, se llena de álamos y alcantarillas con el más preciado tesoro que la naturaleza puede regalar en estos llanos: el agua.

 

Otra vez el mar, “La Chiquita” se destaca al costado de la ruta y me prometo firmemente, recorrer en estos días los 60 kms que separan el camino, de lo que para muchos es un lugar privilegiado, de playas poco usadas y dueñas de un silencio único y absoluto.

 

Mientras mi destino se aproxima, hago la cuenta de lo que apenas en 100 kms de país, son capaces de regalarnos de las manos de aquellos que con ganas, con coraje, con decisión y sobre todo, con dignidad, han logrado y siguen logrando, de espaldas a millones que solo se quejan, desde la comodidad de no conocer un metro cuadrado de nuestra tierra.

 

Argentina, país generoso, un país que se miente, hablando de hambre y de pobreza. Un cartel más se desprende en un costado: es la cara de un político impresentable, que todavía sobrevive a la última elección, hecho harapos en una bandera, manchando la dignidad de un alambrado que contrasta como en dos caras, el trabajo y la mentira.

Escribir comentario

Comentarios: 0