Un golpe silencioso a la solidaridad

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

El enigma de qué hacer de aquí en adelante, es una acidez constante que a todos nos acecha día tras días. Lo cierto es que hay una idea impuesta de que el sector agropecuario debe poner lo que debe poner y no hay nada capaz de impedirlo, al menos mediante métodos razonables. Resignación pura o que cuando decidamos hacerlo, comience la cuenta regresiva para un cambio realmente en serio.

 

Mirar hacia atrás y lamentar oportunidades perdidas, es mentirse a uno mismo, porque en definitiva, los tan ansiados cambios –pero los de enserio, los que realmente pueden cambiar algo en la Argentina- nunca estuvieron: el estado jamás se hizo cargo de que el problema, lo tenía el propio estado y su verdadero cáncer de gastos y subsidios.  

 

Hasta ahora hemos escuchado una y mil veces, que los cambios ocurren de abajo hacia arriba, que llevan tiempo, que son generaciones, que es cultural, que tiene que ver con nuestra educación y un sinfín de excusas, para que en definitiva nada cambie. Seremos solidarios, nos guste o no, esa es la única verdad.

 

Y esta rara solidaridad, es la misma que nos lleva una y otra vez a revisar los costos argentinos, esos que en muchos productos, el estado se queda con prácticamente el 70% del precio final, mediante una carga tributaria que todos y cada uno de los nacidos en esta tierra, deben aportar. El resto se lo lleva la cadena y la ganancia jamás es de quien produce o de quien consume.

 

Cuando vamos acercándonos a sectores como el agropecuario, la cosa se complica, porque ahora sumando retenciones y la desgracia de ser parte de la peor provincia de la República en cuanto a reparto territorial y de generación de riquezas, ese 70% que tiene un precio de un producto y se lleva el estado, se eleva en muchos casos al 90 % de lo que debe aportar un chacarero si suma todo, en cuyo caso de cada 100$ del sistema, 10$ serán del productor y la cadena y el resto del estado. Negocio más insólito, no habría forma de generar. Peor aún, es que la ideología, marca que ese 10% que el productor reparte con la cadena, está por encima de la riqueza del resto de la sociedad, por lo cual, el acaudalado productor –sea de 100 o de 1000 has –debe compartirlo, aunque ese 10% no alcance ni para vivir: serás solidario o joderse.

 

La cosa no termina ahí: la solidaridad continúa en cada uno con la cooperadora de una escuela, de un hospital, de los bomberos, de la salita, de la biblioteca, de la seguridad privada, de la educación privada, de la obra social privada. Cómo? Si, todo eso, salud, educación, seguridad, bomberos, como el estado me lo da mal, poco o casi no lo da, tengo que pagarlo, por lo cual, también soy solidario con el estado, por no dármelo y bancármelo solito. Sigo? Bueno, somos solidarios con el comedor del barrio, de la protectora de animales, del cordero del club del pueblo, del trapito que te cuida el auto, del otro que te limpia los vidrios, del que pide sentado en la vidriera con un bebé en brazos, del redondeo solidario de la coope, con los inundados de la falta de obras de Luján. Yo me pregunto: si todas esos miles y miles que trabajan solidariamente en este país, se pusieran de acuerdo y fueran a reclamar todos juntos, que pasaría? Por eso, sobre todo y con quienes debemos enojarnos, es con los sueldos de todos los políticos de la República a los cuales quiero decirles BASTA y es el único lugar donde la sociedad, puede unirse sin grieta y decir BASTA.

 

El cambio no viene de abajo hacia arriba, pero para que venga de arriba hacia abajo, los de abajo, deberán enojarse. Por eso, a partir del 01 de Enero he tomado una postura despreciable, desagradable, dolorosa, poco humana, no cristiano y no digna de imitar, pero créanme, yo al menos me siento mejor: a partir de esa fecha, salvo lo que yo decida pagar y lo que el estado me imponga, se acabaron mis aportes para todo bicho que camine. A cada uno de ellos tengo una sola respuesta como mensaje a viralizar: pidanle solidaridad a los políticos, ellos tienen toda esa plata que todos los que arriba mencioné, me están pidiendo, hasta nuevo aviso olvídense de que yo colabore. Lamento decirles que mi costado más humano, como dice el poeta Joaquín Sabina, “está cerrado por derribo”.

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