Reflexiones en espera del 2020

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Una antigua costumbre atribuye a la terminación del año y al comienzo de otro un significado simbólico. A pesar de que la realidad del mundo y de la vida no suele cambiar de manera abrupta de un día para el otro, la ocasión predispone el ánimo de la gente para la nostalgia y el optimismo a la vez. La fecha sirve, también, para observar el pasado inmediato con una perspectiva bastante extensa y para imaginar los senderos del futuro con alguna probabilidad de acierto.

 

En algunas épocas se acelera el ritmo de la historia. La nuestra es un ejemplo en tal sentido. Aquí, como en todas partes, las costumbres, los sistemas políticos, sociales y económicos, la cultura, la ciencia y la técnica, pegan saltos gigantescos, para cuya comprensión se requiere un gran esfuerzo de la mente, que no siempre está preparada para juzgar con objetividad lo que ocurre, sobre todo cuando se está sumergido en la vorágine de cambio de época.

 

Claro, mientras en el mundo existe una sinergia de transformaciones, acá, en nuestro país seguimos atrasando el reloj, en la creencia de que tales cambios sea difícil que nos afecten. Al menos, me da la sensación de que eso piensan los políticos, los sindicatos, las organizaciones sociales y actúan en consecuencia.

 

Sin embargo, por debajo de la superficie está en curso una gran corriente de cambios que poco a poco alterará la zona de confort donde muchos de esos espacios tendrán que enfrentarse de una vez por todas con la realidad. Es que vienen tirando de la cuerda y creen que hay mucha soga para rato. Les aviso: estamos en el límite y cualquier tironeo muy fuerte la puede cortar.

 

La frustración de los sectores que vienen aportando y haciendo el esfuerzo para salir adelante es evidente. Estamos cansados de que la perinola nos caiga en “Pon 1”, “Pon 2”, pues nunca avizoramos “Todos Ponen”, sino el “Toma Todo” por parte de un Estado paquidérmico, anquilosado e inútil.

 

En el plano personal no es grato soportar estas recurrentes crisis por la ineptitud de la clase política. La nuestra es y será una época difícil, y hay que asumirla así, sin debilidades ni desfallecimientos. Es inútil deprimirse y bajar los brazos. Eso es lo que están esperando los vivos de siempre.

 

Cada uno, en su lugar de trabajo, encumbrado o modesto, tiene que cumplir honradamente su deber. Los valores morales sobre los que se asienta la vida no caducan porque haya una crisis económica y social, además de políticos inútiles: la honradez de la conducta, el santuario del hogar o la obligación de trabajar, entre otros, no empalidecen porque nos sintamos molestos o frustrados por lo que ocurre.

 

En este 2020 que se halla a la vuelta de la esquina nos aguarda una marcha larga y azarosa, pero también late en el espíritu ciudadano la esperanza de que juntos, saldremos adelante trabajando por un país que soñamos próspero y floreciente.

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