El diálogo y los gestos

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Muchas veces nos encontramos con diálogos que aparentan serlo, pero no lo son. Se trata de discursos individuales, paralelos, como las vías del ferrocarril, que nunca se tocan. Uno puede ver en ello una cierta apariencia de amabilidad y escucha, pero sin embargo cada uno ejerce un monólogo paralelo. Esas personas –que bien podemos ser nosotros mismos- se dejan devorar por los abismos de lo personal.

 

El filósofo existencialista israelí Martín Buber lo señala: o pecamos por abuso del “Tú” o del “Yo”, sin comprender la verdad enorme de que nuestra existencia palpita con plenitud en el “entre”.

 

Precisamente Buber señala que cuando dos seres humanos se relacionan de manera dialógica, “deben estar abiertamente orientados el uno hacia el otro”. Es decir, reconocerse mutuamente como Tú. De allí que el filósofo afirma: “Al volverme Yo, digo Tú”. E insiste en que un concepto no puede existir sin el otro.

 

Esas dos simples palabras, Yo y Tú, son inseparables e inconcebibles una sin la otra en el diálogo. En realidad, son una sola. Es lo que Buber denominó “la  palabra primordial”, fundamento de la existencia humana.

 

Los monólogos en paralelo son seudo debates en los que se expresan las propias ideas de la manera más impactante posible sin considerar a aquellos a quienes se habla. Acá no se trata de comunicar ni de experimentar algo, ni de entrar en relación con alguien, sino que simplemente se desea consolidar una imagen personal.   

 

Ningún diálogo ni discusión serán jamás un encuentro entre Yo y un Tú, si la buena fe queda fuera y si no se respeta al otro en su dignidad. Aprender a dialogar no es una tarea sencilla, porque también intervienen la humildad, la paciencia, la gratitud, la empatía y una consecuencia con los gestos. Algo que no me termina de cerrar, a solo cinco días de la asunción, entre el actual mandatario y su vice.

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