Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo
La universidad es una institución académica de enseñanza superior e investigación que otorga título académico, pero no don de gente. ¿Y qué es sinónimo don de gente? Una persona con don de gente reúne un montón de cualidades: afable, honesta, confiable, sincera, predispuesta, solidaria, comprometida, humilde, ética, de buena moral, con tino y gracia especial, respetuosa.
Parece que a la electa vicepresidente de la Nación le cabe el título de doctora porque se ha recibido en la Universidad Nacional de La Plata de abogada, pero no el título de don de gente, a juzgar por el ataque de furia que esgrimió ante jueces y fiscales del Tribunal Oral Federal N° 2, al compadecer en el juicio por la causa “Vialidad”. Si esto hace ante la Justicia, no quiero imaginar cuando tenga el poder de vicepresidente que le ha otorgado el voto de la ciudadanía.
Muchos de sus partidarios, seguramente, habrán visto positivo este gesto desagradable y despectivo de quien en ese momento es una “acusada”, para quienes deben impartir Justicia. En nuestro país, este fenómeno de endiosar al trasgresor es algo que parecería que está en el inconsciente colectivo, donde hay una necesidad de encontrar al personaje que sea capaz de transgredir las reglas; de oponerse a la autoridad. También, ya lo hemos experimentado cuando eran presidentes de la Nación, Carlos Saúl I° y Néstor. Ambos pertenecientes al único espacio político al que le encanta trasgredir las normas e incluso la Constitución Nacional.
Este mal ejemplo no se debería generalizar en el resto de la sociedad, porque ahora cualquier delincuente les podrá espetar a los jueces y fiscales que lo juzguen que él no tiene preguntas que contestar sino ellos… Es más, hasta les podría decir, que él no es un ladrón, un violador o un asesino, sino un preso político.
Hay que condenar siempre al trasgresor –tenga el rango que tenga, porque cuanto más alto más ejemplaridad debe demostrar-; no endiosarlo. Por eso decimos que por ahora, de vuelta la burra al trigo…
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