Un suche con dos buches

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Cuando escucho al presidente electo señalar todo lo que va a hacer o las definiciones que da a conocer sobre ciertos temas. Cuando los sindicalistas anuncian que ahora no necesitan el bono para fin de año. Cuando muchos grupos sociales se empiezan a llamar a silencio, después de tantas marchas en los últimos cuatro años. Cuando el hambre que sentían algunos desapareció tras el acto eleccionario, me acuerdo de una frase que estaba siempre en la boca de mi querido bisabuelo andaluz: “Hijo, mañana te traigo de regalo un suche con dos buches”. Era como decir “si querés te cuento el cuento de la buena pipa”.

 

Es cierto que el nuevo presidente aún no asumió, pero es un antiguo conocido de la época de la Resolución 125, cuando como Jefe de Gabinete se reunía con la Mesa de Enlace para destrabar el conflicto. A la salida de esos cónclaves una cosa era lo que expresaban los dirigentes del campo y otra muy diferente era su propia declaración, diametralmente opuesta a lo que se había hablado previamente. Le encantaba echar nafta al fuego.

 

El Código de Procedimientos Penal de la Provincia de Buenos Aires señala que “existiendo semiplena prueba o indicios vehementes de la comisión de un delito y motivo suficiente para sospechar que una persona es autor o partícipe del mismo, el Juez procederá a recibirle declaración indagatoria”. A medida que pasa el tiempo y nos acercamos a la toma del poder por parte de las nuevas autoridades, esa vehemente sospecha comienza a transformarse en certeza, al solo efecto de comparar los dichos y los hechos.

 

La política del estadista tiene que estar dirigida a modificar las circunstancias actuales para mejorarlas ensanchando la pirámide social de manera ecuánime, más allá o más acá de lo que le dicten sus preferencias emocionales e incluso ideológicas.

 

Espero equivocarme, pero todo lleva a pensar que quienes han ganado su cuota de poder por los próximos cuatro años no han aprendido nada de cuando fueron gobierno por espacio de doce años. Se olfatea un aire de revancha en algunas franjas de ese espacio y en otras, el silencio es muy sospechoso. Por haber experimentado sus gobiernos, me animo a señalar que las tablas de valores de la civilización republicana y democrática les son ajenas. Las verbalizan, las manipulan, las invocan, pero no las sienten ni las viven.

 

El campo no puede esperar más que volver a sentir sobre el lomo el latigazo de las retenciones; de trigo y asado para que la gente tenga pan y circo; de recibir nuevamente el apodo de “oligarca” o “terrateniente”, cuando los productores de hoy son trabajadores de pocas hectáreas.

 

Ruego tener que equivocarme, y si así ocurre seré el primero en reconocerlo en esta columna, pero algo me dice que el “zorro cambia el pelo pero no la maña”. El tiempo será testigo…

Escribir comentario

Comentarios: 0