La palabra, un valor en decadencia

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Históricamente se representaba a la gente de campo como gente de valores, con otros códigos y con la palabra como el más importante de los contratos, a la hora de estrechar la mano y firmar un pacto tácito que para muchos, era infranqueable.

 

Los tiempos que corren han nutrido al sector de otra gente, de otras cabezas, de empresarios que sin dudas, hacen bien las cosas y tienen al negocio como único órgano sensible, donde sentimientos, tradiciones y otras yerbas, han pasado a segundo plano y el mayor valor de las cosas- pasa como dice el amigo Almassio- “más por el CBU que por el corazón”.

 

Está mal? Quien sabe, tal vez es la única manera de que las cosas funcionen, pero lo cierto es que de la mano de esa pérdida de palabra, las cosas se van desfigurando y hoy es muy corriente escuchar que todo el sector, está envuelto en una enorme “bicicleta”. Y ojo, no se trata solamente de los malos momentos, de la falta de crédito o de que no llueva, para nada. El sector se ha puesto “mañero” y punto, hay usos y costumbres que van ganando razones y terminan siendo “la palabra”, de la palabra olvidada.

 

Por poner un ejemplo en hacienda, ahora los plazos de 30 y 60, pasan a ser de 37 y 70 –“ya lo saben todos”, se justifican-, los cheques tienen fecha de sábado previo al feriado, los gastoa, el iva y lo que fuere, siempre son al contado para unos y para el qué vende, son todas perdidas. No hay una sola a favor, como si en definitiva, fuera el único que carga con las penas del negocio. Y encima, toda la informalidad habida y por haber, para un negocio que viene crujiendo por todos lados, pero que ninguna de las patas intermedias está dispuesta a ceder. Y entonces? Nada, o sobrevive o se funde el productor, pero el resto no se mueve.

 

Indudablemente las cosas como funcionan, no tienen más futuro por delante. Con una legislación impositiva prehistórica y asfixiante, son todos castigos para quien produce y todos beneficios, para el estado y sus infinitos agentes de recaudación, de retención, de seguimiento, para un “negro” que se hace cada vez más imposible. Sin dudas, el cambio cultural y una urgente legislación acorde que premie el blanco por sobre el castigo del negro, son los únicos caminos posibles, hacia un negocio que comience a vivir de tarjetas y cuentas, más que de papelitos de cheques y otras yerbas, que poco ayudan a la hora de avalar con cuestiones reales, la venta de algo real, por el cobro de un similar.

 

Son otros tiempos, el estrechón de manos queda para unos pocos, la fidelidad es un bien de cambios a la mejor oferta y nadie duda en ofrecer lo menos que se pueda, sin reparar un segundo en las necesidades de nadie. El negocio, hoy es por plata, es por los porotos, ni bueno ni malo, se entiende o se deja.

 

Tal vez, en algún momento a la vuelta de esta historia que aún tiene muchas “bajezas” para dar, haya gente dispuesta a premiar otros valores, otras formas. Que la confianza, que la garantía, que la palabra que se promete sea cumplida, comience a tener las bonificaciones y “los CBU” más fluidos, que en los tiempos que corren. Tarde o temprano, ante tanta miseria, quienes sean diferentes- justamente- harán la diferencia. Ojalá, sobrevivan para ese entonces.

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