Ante el presente y el futuro

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Estamos exactamente a una semana de la elección nacional. La reflexión que podemos hacer hacia adelante es que el mundo se sigue moviendo a una velocidad impresionante en materia económica, social, ambiental y política. Nosotros, bien, gracias. Me da la sensación que nosotros, los argentinos, estamos sentados en una zona de confort –a pesar de estar acunando varias bombas de tiempo- y exigimos que este mundo que cambia permanentemente nos entienda e incluso nos de plazos de cumplimiento de obligaciones.

 

Desde hace 10 años vengo señalando que no basta con continuar haciendo lo que siempre hicimos. En tiempos de grandes cambios, seguir haciendo lo que siempre hicimos, constituye una variante del atraso que necesariamente nos condena. Hay que estar dispuesto a cambiar (Y no hablo del partido político). Pero no sólo a afirmar que aceptamos el cambio, sino a cambiar en serio, con coraje, imaginación y eficiencia.

 

Estos años difíciles y los que vendrán, que tampoco serán fáciles, deben dejarnos una lección. Nada nos será regalado. Nadie resolverá por nosotros nuestros problemas. Hay una enorme cantidad de cosas por hacer, pero debemos hacerlas nosotros, entre todos, porque nadie nos suplantará misericordiosamente en el trabajo.

 

Éste u otro gobierno, para torcer el rumbo –si es que se desea cambiar- deberán tomar medidas, que serán forzosamente dolorosas. Pero mucho más doloroso será lo que va a sucedernos a todos, si no estamos dispuestos a adoptarlas. Esto vale para todas las personas, instituciones y empresas que son parte de esta querida Argentina.

 

Si existe una palabra para que los argentinos aprendamos a trabajarla, es Integración. Integrar, es armar un todo de las partes. En el proceso integrador, debemos reconocer el rol década uno. Cada uno sirve, en alguna medida, de sostén a los demás. Nuestra imaginación debe ser empleada en el hallazgo de nuevos caminos para andar juntos.

 

¿Alguna vez aprenderemos a unirnos para hacer? No hablo de rejuntarnos. Hablo de unión verdadera, con un propósito, donde cada una de las partes tenga en claro que deberá bajar la guardia; dialogar para comprender a su prójimo; y proyectar objetivos cumplibles.

 

El creador de la experiencia Mondragón –ejemplo de integración y desarrollo empresario cooperativo-, el padre José María Arizmendiarrieta, destaca que “el objetivo de las aspiraciones, como la desmitificación de otras fórmulas, es tarea a la que no debemos dejar de prestar atención y para ello deberemos requerir transparencia social, como también más implicación y responsabilidad personal. Ello será preciso para no dejarse apacentar por gorriones, que no suelen reparar tanto en quién siembra con en qué pueden aprovechar”.

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