El silencio de las sensaciones

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

El mate caliente saca “humito”, mientras sentado en la galería de Don Antonio, disfruto un amanecer despejado, apenas una brisa me obliga a subir un poquito el cierre de la campera. Solos y en silencio compartido, se disfruta hasta la médula la vista del campo tempranero. Ese que marca tiempos, que tiene momentos como si fuera una gran escena montada, que comienza con silencios, que se llena de sonidos con la mañana, que cambia de colores, que lleva a la mente a viajes profundos y que siempre nos trae de vuelta al tema recurrente, a la escena de las lluvias que no están.

 

Amanece y nada parece diferente para la vida en el campo, que poco le importa de climas, de comidas o de rindes. El rocío en el potrero aparece de repente, mientras  veo allá lejos dos teros chillando porque el perro salió a dar una vuelta y la proximidad al nido los pone tensos. La gramilla seca del parque es el único testigo de la seca, mientras que los eucalitpus tienen cicatrices de la veintena de heladas en un clima seco con toda la expresión de que no habrá primavera que recupere los colores y la fortaleza que necesitan para un verano que llegará en un abrir y cerrar de ojos.

 

La rueda continúa girando y mientras alguno se preocupa por incendios que difícilmente llegarán, la mayoría en realidad solo piensa en cómo llegar a las primeras lluvias y de las mismas, cómo llegar hasta que ese rebrote permita comer algo que no exista. Es cierto, hay que prevenir, pero para una temporada de incendios, primero tiene que haber primavera lluviosa y eso por ahora, no está presente. Conocer la naturaleza es fundamental para hablar de ella, entender que los incendios son parte de un ciclo, es comprender cuándo y por qué llegarán los mismos y no repetir si hay contrafuegos o si no los hay, son realidades que quedan al desnudo.

 

Julio me estira la mano y me ofrece otro mate. A veces creo que este simple ejercicio, debería ser obligatorio para mucha gente que habla suelta del campo, como conociendo, como siendo dueños de una verdad que nunca vivieron y sobre todas las cosas, que jamás sintieron, de eso es lo que habla nuestra recurrente idea que el Padre Rubén expresó como nadie, “hay que comulgar con el campo para entender sus necesidades” y es una frase, que queda haciendo ruido, que deja afuera a cientos de habladores, de supuestos sabedores de la cosa.

 

El frío se siente más, siempre que en la primera hora de sol, la temperatura tiende a bajar, es algo que sabemos, que muchas veces hasta que no nos detenemos a sentirlo, no lo pensamos. Es como que alguien corre el telón y el viento contenido detrás de él, se mete de lleno en el teatro, ese es el efecto de la salida del sol, aunque no siempre es fácil llenarlo de palabras para poder explicarlo.

 

Otro mate y habrá que laburar un rato, más allá de ponerle palabras a la mañana la cosa sigue, habrá más ruta por recorrer y ser el testigo presencial de muchos teléfonos esperando resultados, valores, análisis. Otro remate vestirá el día y seguramente habrá muchos saludos, agradecimientos, consultas, interrogantes y más “sensaciones”, esas que voy juntando en la mochila imaginaria y que trataré de interpretar a la vuelta, en las horas de camino.

 

“Vamos?” es la única palabra que cruzamos en media hora con Don Julio, un hermano de la vida, esos que entienden que en el silencio de mil horas, hay mucho por seguir compartiendo.

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