Los porongas de turno

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Estamos viviendo en nuestro propio país como si hipotéticamente éste fuera una gran cárcel, donde las autoridades de la misma se hacen las distraídas y/o juegan a sacar provecho; la Justicia mira por el rabillo del ojo para el otro lado, y donde un grupo de “porongas” –así se manifiesta en la jerga carcelaria- dirime el poder dentro de esta gran penitenciaría, viviendo en suntuosos pabellones –llámese countries o departamentos de infinito valor- y el resto de nosotros –los ciudadanos de a pie- estamos recluidos en el patio, en una precaria “Villa”, temerosos de todo y siendo cómplices de algunos actos desagradables que se viven dentro de las murallas.

 

Para imaginar esto, simplemente hay que mirar la serie El Marginal. Y aquí me detengo. El poronga, en la Argentina, tiene muchos nombres de políticos y, principalmente, de sindicalistas que hacen del territorio nacional una suerte de coto de caza. Los paros salvajes y políticos, los aprietes que vienen desde mucho más tiempo, de la mano del Clan Moyano o de los Clanes Aeronáuticos no son casualidad. Forman parte de una estrategia desestabilizadora y de hacer saber a propios y extraños quiénes son los que tienen el poder en nuestro país.

 

Las autoridades de la supuesta cárcel llamada Argentina bien gracias. Nadie pone coto a tamañas salvajadas y todos miran al costado. Por otro lado, los fiscales y los jueces no bajan un solo dedo a tanto avasallamiento de los derechos ciudadanos a trabajar y transitar libremente como lo determina la Constitución Nacional.

 

Mientras tanto, los únicos que sentimos los efectos de tales aprietes somos los de la “Villa”, los que vivimos en este gran patio carcelario y donde sentimos que los que nos custodian son empleados de los porongas de turno y no del servicio penitenciario de este hipotético penal.

 

Entonces, a los de la “Villa” nos cuesta entender que vivimos en un país que debe ser parte de un proyecto colectivo. Nos cuesta mirar la idea de tranquilidad, previsibilidad y paz desde una Nación reconciliada en sus valores y capaz de luchar contra la inequidad que nos golpea cotidianamente. Hace mucho que los de la “Villa” nos hemos dado cuenta que este proceso que venimos sufriendo desde hace muchísimos años nos va degradando día a día; es como un sangrado que no para y nos deja más débiles como para luchar. Esto lo saben los porongas y su persistencia en el cometido es una muestra de que tarde o temprano podrían ser dueños del penal.

 

Volvemos a vivir diariamente la manifestación acabada de una nueva ola neofascista. El totalitarismo puede disfrazarse de cualquier cosa, pero tiene alma cautiva. Como no se pertenece a sí mismo necesita de estos porongas. Hace mucho tiempo un sanjuanino loco –así le decían a Sarmiento- le disolvió el paraíso ideológico a Juan Manuel de Rosas. A través de la educación transformó a los habitantes en dueños de sí mismos y en protagonistas de sus propias vidas. Y eso, también hizo transformar a nuestro país –aun con inequidades- en una nación próspera y con proyección mundial.

 

Pasó el tiempo en vano porque desde la década de 1930 volvimos a retroceder. Hoy por hoy el combate no es pedagógico en el sentido escolar del término; es político. Estos Porongas que aspiran a perpetuarse en el poder deben ser parados de una vez por todas con el voto de la “Villa”, resistiendo el brete y el corral, para seguir siendo república.

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