Otra visión para un nuevo campo

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

(*) Hace pocos días se planteó en el grupo “Ganaderos” una discusión acerca de la nueva ruralidad, esa que se debate entre una vida en el campo en retroceso y otra vida incómoda en la ciudad, formando un ida y vuelta que no siempre deja en claro, cuál es el futuro de los campos en cuanto a su habitabilidad.

 

En los pueblos la cosa parece estar más clara, muchos directamente han decidido ir y venir y dependiendo la cercanía, poder contar en el mismo campo, con la tecnología que les permita no ser marginales, a la hora de poder compartir un video, una foto y hasta un simple llamado telefónico, algo que en campos alejados y a grandes distancias de cualquier civilización, sigue siendo directamente un imposible, incomunicados por completo de cualquier tipo de tecnología.

 

El cruce es positivo, porque se cuenta desde cómo muchas familias siguen eligiendo criar sus hijos en el campo, con lo que significa la calidad de vida, pasando al fallecimiento de otro joven por falta de instrumental en el hospitalito del pueblo a la decisión de otros cuantos, de regresar a su lugar de origen, hartos ya de la inseguridad, la locura y el desenfreno de las grandes ciudades a la hora de manejar nuestros tiempos, esos que nunca deberíamos negociar y sin embargo, siempre terminamos otorgando.

 

La educación no queda afuera en lo que significa una discusión casi desgastada a esta altura, tema tocado hasta el hartazgo, dependiendo siempre del lado que lo veamos. En todos los casos, se coincide que uno, dos y hasta 20 chicos, no pueden vivir aislados de un mundo que exige inglés, artística, computación, internet y en caso de insistir en escuelas rurales, es casi imposible llevar todo eso al medio del campo, siendo mucho más sencillo –salvo en lugares realmente alejados – traer 20 pibes así sea en un tanque de guerra, que ir con 5 maestros para 20 chicos. Claro, después surgen las miserias de algún director que no querrá entregar su cargo y mucho menos la ruralidad con lo que ello implica y el debate se termina perdiendo en la realidad de caminos destruidos y un campo que solo es visto siempre, como la mejor caja de cualquier gobierno a la hora de los aportes.

 

En definitiva cabe preguntarse, cuál es el futuro entonces de los campos familiares, ya no hablemos de los otros –los empresariales- que son “tapera” hace ya mucho tiempo, y no tapera por rancho –porque he visto frondosos cascos e históricos totalmente abandonados- y que van camino a una transformación, con jóvenes que no les atrae la vida tranquila, el silencio y muchísimo menos, el aislamiento, para ellos, también debemos preparar un futuro pero es imposible hacerlo sin políticas, que ante la coyuntura actual, lejos está de poder colaborar en cuestiones tan mínimas, como hacerle más fácil la vida a un joven productor.

 

Hay un nuevo campo que muestra pocos empleados, pocas familias y mucha cabeza, con tecnología capaz de reemplazar a un molinero, a un alambrador, fácilmente a un caballo y desde hace mucho tiempo, hasta a un tractorista. De la visión y del armado de ese nuevo campo, dependerá la sobrevida que cada emprendimiento tenga de aquí en adelante.

 

(*) Foto Gustavo Almassio - Familia Currás en Coronel Dorrego

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