Sinceramente

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

En el acontecimiento más importante para la industria del libro en la región latinoamericana, ha aparecido un éxito editorial que se lleva puesto a todas las ediciones de cuentos infantiles, de ensayos y por supuesto, de ciencia ficción. Nada lo detiene en su carrera hacia la máxima meta de transformarse en el best seller que los adictos a tal obra de culto lo compran con los intereses de las comisiones por servicios a la Patria y que con códigos se llevó a su casa la supuesta autora y su familia.

 

Sinceramente, en un país espasmódico, de entusiasmos y descreimientos desaforados, la perseverancia aparece a primera vista como una admirable virtud. Sin embargo, la supuesta autora de tan genial obra de ficción además de perseverar en porfiar la realidad de la historia, se transforma en contumaz, por el error en el que insiste.

 

Sinceramente, a juzgar por el contenido de la obra que se advierte desde todos los medios de comunicación, la supuesta autora nunca ha tenido ganas de aprender. Es notoria la resistencia tenaz que opone a las enseñanzas que la realidad le ofrece. El genial filósofo y ensayista español José Ortega y Gasset corrobora esto al señalar la diferencia entre el adolescente y el hombre maduro. Y lo hace indicando que el adolescente cree que la realidad puede modificarse a instancias de sus solos y simples deseos mientras que el hombre maduro sabe que tiene una estructura y una velocidad que no guarda relación con sus anhelos.

 

Sinceramente, la posibilidad de modificar la realidad pasa precisamente por la siguiente paradoja: el adolescente lo intentará infinidad de veces sin lograrlo. El hombre maduro es posible, después de mucho esfuerzo, llegue al éxito. De allí que me entristece el decir y el hacer de ciertos adolescentes y es terrible sufrir estos comportamientos en políticos que hace muchas décadas han abandonado la pubertad.

 

Sinceramente, debería recordar a la supuesta autora, que en algún momento se creyó una estadista, que el estadista conoce, en primer lugar, sus propias limitaciones. Los aspirantes a perpetuarse en el poder indefinidamente sobredimensionan sus aptitudes. Creen que lo saben todo y que todo lo puede y en el ejercicio perverso de ese delirio no tienen reparos en deformar la realidad objetiva que los rodea y a los seres humanos que la habitan.

 

Sinceramente, le recomendaría a la supuesta autora de un supuesto éxito editorial, ya que por momentos se cree una reina, que aprenda y adopte una máxima del trono de Holanda: “Actúa con naturalidad, que eso ya es lo suficientemente extravagante”.

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