Así como usted lo ve

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

La escena trascurre en un campo cualquiera de la provincia de Buenos Aires, el jovencito que supo tranquear al lado de su padre, haciendo de peón, tractoreando, tras las vacas y con cara “bonachona” y servicial, fue creciendo y un día cualquiera, tras años de andar “vaya saber uno adonde” habrá pensado el vecino, volvió al campo y allí estaba: igual que siempre, alguna pilcha mejor puesta y un clásico chaleco de esos que tanto se ven en los mozos mejor vestidos.

 

La conversación de los dos vecinos habla de cosecha, de las lluvias del otro del camino y de repente allá a lo lejos, el joven saluda, se acerca y se vuelve a retirar. “Mira vos Gustavo, así como lo ves, es Ingeniero”. Cosas simples del campo, anécdotas que quedarán por siempre y en la profundidad del análisis, ese poco respeto que muchas veces nace de nuestra propia falta de cultura hacia la profesionalización de las labores.

 

La educación en Argentina es materia trillada, con un estado que se ha preocupado más veces en levantar banderas sindicales, que en defender los contenidos, la manera de impartirlos, la capacitación de los docentes y el mensaje de la real importancia de “cuánto vale” ser un profesional y “cuánto le sale” a la sociedad producirlos. Pero claro, estamos en el país, donde dicho hasta el hartazgo y con todo el respeto del mundo, un camionero gana más que un médico y un basurero con sus extras incluidas, probablemente más que un Agrónomo. No se trata de mejores o peores, se trata de poner en el lugar las cosas que hay que poner.

 

Así vemos miles de jóvenes “transitar” las universidades públicas (porque no son gratuitas, nada es gratuito, esa gran mentira que una política populista quiere impartir) mantienen durante años, futuros desertores, porque en muchos casos, no llegarán a nada y el sistema, tampoco los expulsó. Solo mantuvimos un montón de sillas ocupadas, para que los que hablan por hablar, estén conformes de que existe una educación para todos.

 

En el campo mucho se mezcla y por suerte, los nuevos tiempos han puesto las cosas en su lugar y los profesionales van ocupando el lugar que siempre debieron, más allá de los muchos que ganaron sus conocimientos en base a horas y horas de aprendizaje, más por mirar, que por conocer. Y que quede claro, no reniego y hasta destaco el conocimiento empírico que dan las horas de trabajo, pero aquí vengo a resaltar, lo aprendido durante 6 años de mucho estudio, de horas de escuchar enormes profesionales, de días de recorridas, de conocimiento al extremo de la última de las piezas de una maquinaria.

 

Por eso el día de ayer, se celebró fuerte en toda la provincia de Buenos Aires: porque aquellos jóvenes hoy ya no tanto, lograron subir bien alto en los campos, la bandera del Colegio de Ingenieros Agrónomos y Forestales de la provincia. A partir de dicha colegiatura, en los campos habrá un marco que regule las cosas que muchas veces se hicieron empíricamente, pero sin conocimientos, acotando los riesgos, apuntando al buen uso, a las buenas prácticas, llevando a las empresas a dejar de tomar decisiones inconsultas, sin que pase por ellos, por su dirección, por su profesión y ahora además, con un marco que los contenga.

 

Así como lo ve, ese joven es Agrónomo. Aquel canoso, también y todos ellos, lo son, a pesar de cómo usted lo ve. Escúchelo, seguramente va querer que su campo produzca más, que su suelo esté más sano y que el futuro, esté más seguro.

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