Una República lejana

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

 

¡Qué difícil se hace día a día nuestra Argentina! Todos los días nos corren el arco. La extorsión está a mano y nadie le pone freno. Es normal, cotidiana, habitual. Si no es el Gobierno de turno poniendo palos en la rueda de las pequeñas y medianas empresas, son los sindicatos y/o las denominadas “organizaciones sociales”, las que no te dejan circular o desarrollar tus actividades, las que imponen sus reglas a martillazos.

 

A veces me pregunto si no se confunden quienes dicen empujarnos hacia el progreso y nos atan de pies y manos a un degenerativo statu quo.

 

Estamos fundidos, pero desde muchos sectores se insiste en seguir sacando leche de la misma vaca. Se terminaron para siempre los lingotes de oro del Banco Central. Para volverlos a tener hay que invertir en trabajo, en obras, en un gran proyecto productivo, aumento de las exportaciones, incorporación de valor agregado, eliminar las barreras paraarancelarias y la burocracia que nos imponen desde el Estado.

 

Lo peor es que a la vaca le siguen sacando la leche pero no la alimentan suficientemente. Esto lleva a su debilitamiento y, en tiempo más o en tiempo menos, a la muerte. Pero el lema de los sindicatos, de las organizaciones sociales, de los gobiernos de turno es: “Pan para hoy, hambre para mañana”. El tema es hacer caja hoy y no importa la hipoteca que queda para el mediano y largo plazo.

 

Las recetas “progresistas” de algunos políticos, sindicalistas y dirigentes de organizaciones sociales se basan solo en un distribucionismo intenso, donde algunos pocos ponen y todos sacan o saquean.  Entonces, ese distribucionismo se transforma en algo regresivo, controlador y esterilizante, hundiendo aún más en la pobreza a los que les dicen que los van a sacar de ese estado. En otras palabras: se siguen fabricando más pobres y, por lo tanto, más masa crítica para que voten cada dos años los cantos de sirena de políticos y sindicalistas inescrupulosos. Muchos presuntos progresistas, adrede, hacen confundir la justicia social con uniformar para abajo, a lo bruto.

 

Traigo a esta columna el párrafo final del genial Domingo Faustino Sarmiento, en su libro “Conflicto y armonías de las razas en América”, escrito premonitoriamente en 1883 y que sigue teniendo actualidad: “Lleguemos a enderezar las vías tortuosas en que la civilización europea vino a extraviarse en las soledades de esta América. Reconozcamos el árbol por sus frutos: son malos, amargos a veces, escasos siempre. La América del Sur se queda atrás y perderá su misión providencial de sucursal de la civilización moderna. No detengamos a los Estados Unidos en su marcha; es lo que en definitiva proponen algunos. Alcancemos a los Estados Unidos. Seamos la América, como el mar es el Océano”.

 

Dejo a Sarmiento y señalo: Lo fuimos por un tiempo y nos fue muy bien, a pesar de las inequidades, pero se progresó ciertamente. Después de 1930 nos desbarrancamos mal. Hoy no somos ni el recuerdo de aquella Argentina orgullosa del sudor de su trabajo y de políticas de Estado coherentes, que tenían una brújula marcando el Norte de la tarea por venir. Nos refugiamos en que no se puede y nos abandonamos. Nos han hecho creer en políticos iluminados como playas de salvación.

 

La República se construye con consensos, no con figuras individuales que nos marquen lo que tenemos que hacer. Se construye con trabajo genuino sin trabas. Se construye con una Justicia independiente. Se construye con educación de calidad. Se construye con pertenencia. Se construye con compromiso y apego a la Constitución y a las leyes. Se construye pagando impuestos razonables a un Estado consciente de una administración responsable. Se construye en libertad y no en libertinaje. Se construye con todos y no con algunos. Se construye con metas prácticas para alcanzar lo mejor, sembrando día a día, abonando con generosidad nuestra tarea, además de ser magnánimo con nuestro prójimo.

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