De oficio, mamá

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Cada año el recordar el día de la madre, nos lleva a la obligación de homenajear a estos bellos seres que la naturaleza puso en este planeta –y vaya a saber si existe alguna madre espacial por ahí- a dar y crear vida, algo en la cual los hombres acompañamos en sociedad, pero que indudablemente ellas son las poseedoras del enorme mérito de acarrearnos en su útero.

 

Oficio viejo si los hay, con un curriculum vitae que abarca una enciclopedia, más aún si cada uno de nosotros, se viera en la necesidad de repasar cualidades, enseñanzas, virtudes, defectos –por qué no!- obsesiones y una decena de cosas, que seguramente heredamos todos aunque sea en pequeñas porciones.

 

La primera condición para ejercer el título es entender que se nace madre y se muere madre, sencillamente esto significa que el señor barbudo de apenas “cuarenti-largos” sigue siendo el nene, genera las mismas preocupaciones cuando no llama por teléfono tras un viaje y hasta sufrirá algunas persecuciones ancestrales que carecen del sentido “tiempo-espacio-edad-situación”, como por ejemplo, “hijo, no estás muy desabrigado así?”

 

Entre los principales ítems a cubrir para este difícil cargo casi profesional, es fundamental entender que la fisonomía, presencia, estado, vestimenta, nutrición y aspecto físico general, parece no tener un correlato con el paso de la vida misma. “No estás muy flaco?” suele ser una de las más repetidas y por supuesto se le sumarán otras descriptivas o hasta despectivas, “aféitate, no querés que te repase la camisa? Así vas a ir vestido a la presentación que me contaste? Esos pantalones realmente no te quedan bien”. Cualquiera de las innumerables frases que en este momento a ustedes se les ocurran, pueden claramente sumarse al curriculum.

 

Todas, absolutamente todas, pueden ser preguntas con un gran abanico de respuestas, pero el respeto, el cariño, la paciencia y el aprendizaje, nos enseñarán –o no- a la más sabia, inteligente y principalmente, supervivente respuesta de… “si, si mamá, tenés razón”.

 

Claro, la vida es sabia y se ocupa de llevarnos siempre al extremo, por eso nos da hijos y a ellas les da nietos. Nietos que son la posibilidad –sobre todo creo yo en hijos varones – de incurrir en cuanta comparación indeseable pueda surgir. “Vos eras igual, un desastre para esto, un caradura para aquello, menos cariñoso, etc, etc” y comparado con tu hijo, directamente, una falla natural. Pero todos sabemos que no es así, que hay en ellas un amor tan inmenso, que no alcanza muchas veces una sola vida para trasladarlo.

 

Por todo esto y por mucho más, madre es verdaderamente un oficio. No solo por trabajo –porque lo implica-, no solo por obligaciones – porque las hay – sino también por cómo se lo ejerce. Con dedicación, con máximo esmero, con el alma. A veces tratamos de reir –como en este editorial- porque en definitiva, tiene razón, seguimos sintiendo que frente a ellas, hay un niño que nunca dejó de serlo, porque en esos recuerdos quizás, están nuestras mayores alegrías, nuestros grandes sueños, nuestros momentos de mayor seguridad. Estar con mamá, es volver a estar en casa, es sentir un cuidado primitivo, es volver a ese lugar donde durante 9 meses, fuimos grandes patrones, señores feudales y dueños, de todo a nuestro alrededor.

 

Por eso en este día y en todos nuestros días, a ellas, nuestro mayor respeto y agradecimiento.

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