Cuando el corazón mata a la razón

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Racionales abstenerse, podría ser tranquilamente el título de esta columna. Sin embargo, razono un segundo y la hora del reloj me habla de satisfacciones, porque es apenas medianoche y toda la información está plasmada en el sitio.

 

Poco importa la hora en que suene el reloj, nada me hace olvidar del entrerriano que hace unos momentos, me regalaba palabras que llenan el alma y que a la vez, le dan una vuelta más de manija a un cuerpo y una cabeza que a estas horas, poco pueden hacer. Pero claro, allá irán viajando con sueños y desazones, varios amigos que arrancaron tan temprano como yo, pero le metieron mucho físico, tensiones y todo lo que conlleva presentar un animal a jura. Pienso que ahora mismo irá Néstor feliz entre lágrimas hacia sus pagos, esa hora y media de viaje para llegar vaya a saber a qué hora y se llevará la noche de un suspiro porque mañana temprano –como tantos otros – hará los ciento y pico de kilómetros de vuelta, porque nada saben de distancia los lotes encerrados y alguien, tendrá que alimentarlos, cambiar las camas y varearlos.

 

Pienso en Francisco (*) y sus ojos rojos de tanta tierra pegando en sus lentes de contacto, con lágrimas que mañana serán como mínimo, enormes lagañas de tanto refriegue en una jornada que quizás, marque su récord de jura. Si, créanlo, el más que nadie debe estar fundido, más de 350 bichos pasaron por sus ojos, sus defectos, sus virtudes, por qué no, sus dudas, sus convicciones y el arte de saber, que habrá siempre más disconformes que de los otros y tendrá esa extraña sensación, a pesar de que vaya paradoja, poco tiene que andar demostrando con el nombre de la cabaña al que él representa. Seguramente, el,  estará más cansado que nadie.

 

Por eso, toda esas conversaciones, discusiones y debates que solemos tener cada día más a menudo con amigos y colegas en cuanto a los avatares de la genética, los números y los benditos datos, poco interesan a la hora de una pasión sin demasiada explicación. Las alegrías no saben de todo eso, los esfuerzos no se miden en centímetros o en kilos, aquí se deja todo, en cada pista, en cada vareo, en cada mocheteo, hay poco de certeza y mucho, pero muchísimo corazón puesto.

 

Eso es la jura, aquí o allá, norte o sur, de la raza que sea, hay un afán de trascender por lo que se hace, hay una obsesión por mostrar lo que se produce, cada animal, cada lote, tiene una impresión propia, nacida de horas y horas de laburo, de mucha pasión.

 

Es tarde, es cierto y en un rato será temprano nuevamente, depende de dónde se lo mire. Lo único que no cambia es que en pocas horas más, alguien dirá que tanto esfuerzo, vale 100, 200 o 500 $ menos de lo que pretendíamos y será un juego casi perverso, donde nadie mide esos sacrificios. Surgirá la especulación, el argentinismo del no respetar el esfuerzo ajeno, del no ser solidario y de ver de qué manera, salgo ganando.

 

Por eso, más allá del pensamiento de cada uno, cada vez que vaya a una jura, sepa que no está mirando solo genética o morfología. Cada vez que vaya a una venta tras una jura, sepa que no está ganando porque pagó 100 pesos menos. Deje que al menos por una sola vez, que el corazón mate a la razón: habrá muchos, pero muchos, que así se lo merecen.

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