El laberinto de Argentina

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

 

"Argentina en su laberinto” es el título de una excelente columna que escribió el economista y especialista en Agronegocios Iván Ordónez, en la Revista Horizonte A del mes de septiembre.

 

Señala que hace ya demasiadas décadas el país arrastra discusiones esenciales para su normal funcionamiento que no logra saldar. La primera y más importante es cómo decide el país relacionarse económicamente con el mundo. Para que la economía argentina crezca y genere puestos de trabajo sostenibles desde lo económico, social y medioambiental debe comercializar con el resto de los países del mundo y eso no sólo implica entender que le podemos vender al mundo, sino también que le compra Argentina al mundo”.

 

Una parte muy importante de la sociedad suscribió a un credo contrario a toda la lógica mundial durante muchos años que se resume en “vivir con la nuestro”. Argentina no puede vivir con lo suyo. Su mercado es muy pequeño, su entramado productivo para producirlo es muy ineficiente. De hecho, ningún país del mundo puede tener estándares de vida del siglo XXI viviendo de lo suyo.

 

En consonancia, los Estados nacionales y provinciales han demostrado una incapacidad creciente en solucionar cómo recaudar dinero y cómo luego gastarlo. En todas las crisis que atravesó el país en las últimas cuatro décadas, esta incapacidad de mantener un presupuesto dentro de parámetros razonables de equilibrio fue uno de los ingredientes determinantes.

 

La incapacidad de resolver ambas discusiones, que están íntimamente ligadas generó desde antes de 1975 una volatilidad macroeconómica creciente, que redujo el crecimiento y elevó la pobreza…

 

El Estado se abocó a contener los pobres con cuatro instrumentos: amplió el alcance de las jubilaciones para asistir los adultos mayores pobres, las Asignaciones Universal por Hijo a los niños y jóvenes, los subsidios a los servicios públicos al Conourbano bonaerense donde residen el 50% de los pobres de Argentina y finalmente el empleo estatal provincial. Son muchas las provincias en las que más de 3 de cada 5 empleos son estatales, mientras que los dos restantes del sector privado están fuertemente ligados al consumo de los tres estatales.

 

Si esta compleja y costosa red de contención no existiese, la pobreza actual del 30% sería muy superior. Por otro lado, las provincias que recibían como transferencia automática un 30% de los ingresos del Estado nacional en 2002 y un 38% en 2015, hoy reciben cerca del 45%.

 

En este contexto –señala Iván Ordoñez- un Estado nacional quebrado pactó con los estados provinciales un equilibrio presupuestario dado que Argentina no puede emitir más deuda.

 

Contraer el gasto en ese consenso es poco probable. Para llegar a un presupuesto equilibrado en el Estado nacional es necesario recortar un déficit del 2,7% del PBI. Poco más de la mitad viene de contraer el gasto. La otra mitad se consigue elevando ingresos del Estado. Se escogió un impuesto pésimo para la actividad económica, pero satisfactorio a los fines de recaudar más: los impuestos a todas las exportaciones del país.

 

El problema urgente aparentemente está resuelto. El Estado no quebrará y no expondrá a la sociedad a una situación mucho más traumática aún. Sin embargo, los dos dilemas históricos de Argentina están insosteniblemente vivos: Cómo nos relacionamos con el mundo y cómo administramos nuestro Estado. Estos altísimos niveles de carga impositiva inhiben la acumulación de capital en las empresas. Sin acumulación de capital no hay incremento de productividad. Sin mayor productividad no hay competitividad para relacionarnos con el mundo. Sin relacionarnos con el mundo no hay crecimiento económico. Sin crecimiento económico sostenido no hay desarrollo. Sin desarrollo jamás reduciremos la pobreza.

 

Finalmente, señala el economista y especialista en Agronegocios Iván Ordoñez en su habitual columna mensual de la revista Horizonte A, “eficientizar y reducir el costo estatal sin desproteger a una porción significativa del país implica una operación sobre las variables gradual y sostenida en el tiempo de la cual casi nadie resultará conforme. Por eso genera una fuerte coalición de actores que se resisten al cambio. Por eso, desde al menos 1975, Argentina está en su laberinto”.

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