País, una palabra que nos queda grande

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Seguramente la trama de la película sería rápidamente rechazada, sobre todo cuando tanto absurdo pondría al televidente en situaciones realmente poco creíbles, más allá de que es cierto que sin dudas, la realidad siempre termina superando la ficción.

 

Es difícil poder encuadrar el verdadero género de este film que involucra situaciones de acción, policiales, dramáticas, de crímenes, de grandes personajes, de ocurrencias más propias de una comedia disparatada, que en realidad, del verdadero y cruel fondo que posee, porque en definitiva, estamos hablando del robo más grande ocurrido en la cara de todos nosotros y justamente, con nuestro propio dinero.

 

Si arrancamos por el final, en definitiva todavía no están escritas las últimas líneas, faltaría darle un desenlace que pueda dejar algo en pie, pero en este lugar, siempre es más proclive que el malo mate al bueno y encima se quede con la chica a que ocurra lo que debería pasar en un lugar –llamémosle país –donde nada tiene coherencia. Apenas capítulos anteriores, el film relata como un juez arrepentido – de aprietes y de presiones, porque apenas tenía el simple cargo de un juez de la nación, y no podía denunciar esto en la justica -, valientemente sale a escena al grito de “si me protegen voy a decir todo” e inmediatamente, en un loco acto de arrojo dispara diciendo, “la culpa de todo, la tiene el finado”. El director imagina la sala riendo a carcajadas, mirando incrédulamente como la justicia seguramente, se conformará con ese testimonio desgarrador.

 

Apenas días antes de este hecho, cuesta aún convencer al guionista de  que el ex Vicepresidente del anterior gobierno, iría preso por estar vinculado al manejo de la impresión del dinero del país en el cual se realiza el rodaje. Peor aún, el juicio, desde lo legal, no cierra por ningún lado y con no muchas pruebas otro juez con gallarda decisión, falla en contra dándole la friolera de 5 años y un exorbitante castigo de 90.000$. A esta altura el director ya no sabe en qué idioma putear al guionista, ambos al que escribió la trama e indudablemente si esto se estrena, iría destino al seguro fracaso.

 

Lo peor de esto, es que casi en la misma secuencia, aparecen una serie de cuadernos, escritos a mano – algo que solo a un escritor se le puede ocurrir tremenda ocurrencia para un videofilm- donde durante años, escribe los lugares donde el como remisero, llevaba bolsos y gente con plata, repartiendo a diestra y siniestra, supuestas coimas y favores. El prolijo hombre, escriba que te escriba, obviamente pensó que eso debería ir a manos del periodismo, “es imposible que caiga en manos de la justicia primero”, se dijo inteligentemente. Bueno, recordemos que esta es una película y la ficción debe tener rienda suelta. Por eso, a parir de las copias –porque no están los originales – la justicia actúa y comienza a detener a dichos empresarios involucrados en donde muchos además se arrepienten y verifican la veracidad de los mismos, que recordemos, son solo copias aparecidas años después.

 

A esta altura, si alguien llegó hasta ahí y no se paró y se fue de la sala, tendrá que disfrutar además algunas declaraciones propias de una comedia satírica: uno de los parientes del presidente actual de la película en cuestión, dice no recordar a ciencia cierta, si eran 300 mil dólares –puede ser más, o puede ser menos- , a quién se los dio y porque asunto era.

 

Y aquí créame, ya no se si esto es relatable siquiera, podemos creer toda la sarta de mentiras que tiene este rodaje, pero si alguien no recuerda que hizo con 300 mil dólares de su bolsillo, no sabe a quién y para quién era la plata, indudablemente esto solo puede pasar en la ficción. Difícilmente se pueda creer en tamaño disparate, sin que alguien me diga que no quedó detenido en ese mismo momento que admitió una cosa y no recordó otra.

 

Por eso permítanme ya no creer en la justicia, en los empresarios, en los políticos y mucho menos, en lo que queda de algo que alguna vez, figuró en los mapas, como país. Porque esto, este verdadero disparate, realmente no tiene la categoría para serlo.

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