¿Aprendimos las lecciones de la 125?

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

El martes pasado se cumplió una década de aquel “no positivo” que dejó al Gobierno de Cristina Fernández sin la posibilidad de aplicar retenciones móviles. Aquella madrugada del 17 de julio de 2008, un Julio Cobos de cara circunspecta, desempató la votación del Senado y el país suspiró agradecido, después de más de 120 días de conflicto entre el Campo y el Gobierno de entonces. La Resolución 125 había caído. Se acabaron las plazas del Sí y las del No.

 

El conflicto dejó enseñanzas al Campo, algunas capitalizadas y otras que se discontinuaron. Las cuatro entidades representativas de diferentes ámbitos culturales, sociales y económicos, superaron sus diferencias y se abroquelaron como una sola entidad –la Comisión de Enlace-. Los productores Autoconvocados, marcaron un punto de inflexión en esta lucha y dejaron una huella, para que la Historia se encargue de asignarles un lugar que hasta ahora no se les ha dado.

 

El hombre de campo del interior, sin distinguir entre aquellos de pequeñas, medianas o grandes explotaciones, como en la Noche de San Juan –tal cual lo canta Joan Manuel Serrat- compartieron “su pan, su tortilla y su gabán”. A la vera de las rutas, en los actos multitudinarios, en las marchas, todos fueron uno.

 

Las ciudades y poblaciones del interior, y la propia ciudad de Buenos Aires, no fueron imparciales a este conflicto y, en su mayoría, se volcaron a apoyar la causa del campo.

 

También hubo legisladores, algunos contados Gobernadores y muchísimos Intendentes que se pusieron al frente de sus vecinos para acompañar la lucha de un interior profundo que necesitaba ser tratado dignamente.

 

Tampoco hay que olvidar de muchas organizaciones no gubernamentales que se interesaron profundamente del conflicto y, en vez de echar leña al fuego, operaron libremente conteniendo, asesorando y asumiendo que su labor era importante para destrabar el tema.

 

Tuvieron que pasar 7 años, para que en diciembre de 2015, el actual Gobierno, mediante el decreto 133, sacara las retenciones al trigo, maíz, girasol, cebada y carnes; y se comprometiera a disminuir gradualmente las de soja. La familia agropecuaria le respondió a tal medida con mayor producción e incorporación de tecnología, y así logró récords en volúmenes de trigo y superó la media en otros cultivos.

 

Ha pasado una década. Sin embargo, parece que algunos políticos, y  comerciantes e industriales que han vivido y siguen viviendo de prebendas y temiéndole a la competitividad, siguen sin entender que las retenciones son una alternativa falsa y distorsiva que anula la productividad de los sectores afectados por ella y transfiere fondos a otros que no están dispuestos a evolucionar con esfuerzo propio, como lo hace el hombre de campo.

 

Este pensamiento de aplicar gravámenes al sector más competitivo y abierto a la tecnología y al cambio de paradigmas, que es compartido por una parte de la oposición y algunos aliados del Gobierno, no hace más que atrasar el reloj. Hacen gatopardismo, para que todo se mantenga en el mismo statu quo, o desean el conflicto, para que “a río revuelto ganancia de pescadores”.

 

Felizmente, el presidente de la Nación aún mantiene su palabra de honor de no innovar en el tema de la rebaja gradual de las retenciones a la soja y en no volver a instalar esta alternativa que nos haría volver al “pan para hoy y hambre para mañana”.

 

En síntesis, a un década de la caída democrática de la Resolución 125 parece que hay lecciones bien aprendidas y otras no. Forma parte del sainete que nos gusta vivir a los argentinos. Lo decía el otro domingo: hay que madurar para crecer y desarrollarnos. El trabajo es duro, pero no queda otra: a la gallina de los huevos de oro ya la comimos…

Escribir comentario

Comentarios: 0