El suelo, el origen de la raíz misma

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

Generalmente hablamos del suelo como un patrimonio, lo asociamos a lo productivo, lo vinculamos con la conservación, le agregamos o le sacamos riqueza. Y aquellos que más saben, lo categorizan como un ser vivo, por su contenido, por su vida propia.

 

Suelo, proviene del latin, “solum”, originalmente palabra que asociaba la planta de los pies y a la raíz, que justamente asociada al contacto con la tierra, da origen a la palabra suelo. Suelo o tierra, también indica pertenencia, de hecho la palabra exilio, proviene del latin ex – solum, o sea, fuera del suelo. De allí la enorme importancia que debería adoptarse socialmente a lo que el suelo representa.

 

El productor agropecuario, convive a diario con dicho elemento. Los más avanzados, entienden que en el equilibrio justo, el suelo es capaz de devolvernos lo que le demos, en una carrera productiva que no siempre conserva ese equilibrio mencionado. De hecho, si revisamos la historia de cualquiera de nuestros campos y hacemos una simple cuenta de granos y forrajes extraídos, seguramente el saldo será claramente negativo para el elemento en cuestión.

 

Basta recorrer la zona y entender que durante años, hubo lugares productivos que hoy no lo son y el facilismo y la propia falta de autocrítica, nos lleva a simplificarlo en una cuestión climática. Nuestra zona sur en nuestro propio sudoeste, es el más claro, cuando vemos plantas de silos abandonadas, hasta algunos molinos en regiones donde hoy, apenas florece alguna ganadería y unos pocos “supuestos” valientes, mantienen la agricultura en pie. Valientes? No, probablemente son quienes entienden que la tecnología, los recursos y la conservación, pueden formar parte de ese equilibrio mucho más delgado en dichas regiones.

 

Si el origen también habla de raíces, es justamente porque deberíamos aferrarnos, adoptar el sentido de pertenencia, ese que cada vez logramos fijar menos, ese que cada día, nos van llevando a perder, a no sentir el orgullo de sentirlo nuestro. Es lógico, el estado, desde hace muchos años encuentra en el suelo un recurso monetario y en ningún momento se hace cargo, de que ese recurso, va más allá del propietario o tenedor pasajero de la tierra. Así, duermen eternamente proyectos de incentivos a la fertilización, propuestas de rotación de cultivos controladas y fiscalizadas, como si lo hacen nuestros vecinos Uruguayos, por poner un ejemplo donde el propio estado, regula la cobertura de los suelos y penaliza la carencia de los mismos. Por estos pagos, nada importa más allá de lo recaudado, sabemos que el estado solamente será socio de lo producido, jamás se verá si son ganancias o si en realidad, forma parte de la extracción del capital, como se ha hecho durante años con las retenciones, mal llamadas, de la renta extraordinaria.

 

El suelo, es sin dudas el origen, la propia razón de lo que somos. Adam, deriva del hebreo, adamah, cuyo significado es justamente suelo. Por eso, hablar de suelo, de raíces, de orígenes y de lo que somos, nos define como personas y como territorio.  Por eso, si redefinimos suelo, veremos que hoy nuestro suelo, está muy enfermo y lo deberíamos comenzar a re-cultivar entre todos.

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