El espejo de la calle

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

El nuestro es un país espasmódico, donde lo que verdaderamente importa nunca se lo tiene en cuenta. Pareciera que a la mayoría de los argentinos les gusta ser masa y nunca llegar a ser verdaderamente pueblo. Menos aún, ciudadanía consciente; permitiendo que los manipuladores perversos sigan con su oficio oligárquico de manejarla, utilizarla y exportarla.

 

Será por eso que las sociedades, siempre, han tenido y tienen los gobernantes y las instituciones que se les parecen. La clave para el progreso social, económico, político y cultural está en educar, en cultivar, en elevar al hombre común.

 

Dicen que una imagen vale por mil palabras. Tal cual. ¿Vieron la filmación donde los ciudadanos japoneses limpian su propia producción de basura de una tribuna de un estadio de fútbol en el mundial de Rusia? Bueno, eso es el resultado de un verdadero proceso educativo. No son máquinas, son ciudadanos ejerciendo el trabajo de ciudadanos sin importar dónde están.

 

Mirémonos a nosotros mismos. Somos las antípodas. Nos creemos los más piolas del mundo, somos gritones, burlones y si podemos dejar huella de nuestra falta de cultura lo hacemos. Claro, siempre en patota, en grupo. No es que los argentinos nos transformemos en otros lugares. No. Exportamos lo que somos. Así de simple.

 

¿Somos todos así? Probablemente no, pero una gran mayoría sí. Somos los peores graduados de la famosa “Universidad de la Calle”. Porque en la calle, en el caótico tránsito, en la avivada para sortear alguna espera, en el Congreso de la Nación y en las Legislaturas provinciales, en los tribunales de justicia, incluso en algunas presidencias pasadas, está el espejo de ello.

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