Elucubraciones

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Estoy sentado frente a una hoja en blanco y no me decido qué tema abordar en la columna. La semana que pasó fue una verdadera vorágine y cada uno de los temas me quemó el cerebro. Trato de no vivir mi vida con tanta pasión, quizá porque los años y la experiencia acumulada me señalan que hay que detener la marcha o parar la pelota –ya que estamos en tiempo del Mundial de Fútbol- y pensar más. En otras palabras, usar más las neuronas por sobre las hormonas.

 

Me da vuelta por la cabeza el tema de la legalización del aborto con media sanción de la Cámara de Diputados, el dólar, el cambio de figuritas en el Banco Central, el partido Argentina - Islandia, la escalada inflacionaria. Nada me conforma. No siento esas mariposas en el estómago como para abordar alguno de estos puntos. Sin embargo, sigo tecleando en la PC cada cosa que se me viene a la mente. Si están esperando alguna mala palabra, no está en mi cabeza. Al menos, por ahora…

 

Mi nieta Luchi me llama por teléfono y me pide que le explique que es sociedad. ¡Me empezaron a revolotear las mariposas! Sociedad viene de la palabra socio, le digo. No hay socio si no hay otro semejante. La sociedad es siempre aquel espacio donde más de una persona existe y donde se convive en un plexo de valores. Los valores son una construcción humana y nacen de acuerdos que hemos ido construyendo entre todos, respetando ciertas normas que nos ayudan a convivir. Le señalo, a modo de ejemplo, que los semáforos existen para que todos lleguemos a casa bien, aunque a veces nos atrasen para llegar a tal o cual lado. Así de simple. También las leyes que tenemos existen para que todos podamos sobrevivir bajo un contrato social, donde todos, de alguna forma, resignamos algo.

 

La sociedad es lo que nos religa, es lo que nos vincula, sabiendo que el otro que comparte este espacio no siempre piensa lo mismo que yo, y al ser así, me completa plenamente.

 

Corto con mi nieta Luchi y me quedo pensando que el sentido de la vida de cada persona siempre está vinculado a descubrir al otro. Dejo de teclear. Es hora de imprimir esta columna al paso, pero con el entrañable gusto de haber dialogado con mi nieta, con ustedes y conmigo mismo.

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