Cooperar de manera flexible o seguir fisionando pedernales

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Señala el profesor de historia israelí Yuval Noah Harari, en su libro “Homo Deus”, que “a lo largo de estos veinte mil años, la humanidad ha pasado de cazar mamuts con lanzas de punta de piedra a explorar el sistema solar con naves espaciales, no gracias a la evolución de manos más diestras o de un cerebro mayor. En cambio, el factor crucial en nuestra conquista del mundo fue nuestra capacidad de conectar entre sí a muchos seres humanos”.

 

También destaca este investigador de los procesos macrohistóricos, que “hoy en día, los humanos dominan completamente el planeta, no porque el individuo humano sea más inteligente y tenga los dedos más ágiles que un chimpancé o un lobo, sino porque Homo sapiens es la única especie en la tierra capaz de cooperar de manera flexible en gran número. Es evidente que la inteligencia humana y la elaboración de útiles fueron asimismo muy importantes. Pero si los humanos no hubieran aprendido a cooperar de manera flexible en gran número, nuestro astuto cerebro y nuestras manos hábiles todavía estarían fisionando pedernales en lugar de átomos de uranio”. Hasta acá la reflexión del profesor Harari.

 

Mirando los acontecimientos políticos de la semana pasada, llámese la sesión del Senado de la Nación, intentando retrotraer las tarifas de los servicios públicos a fines del año pasado pero sin aportar una sola idea de cómo financiar este desbarajuste; o la marcha federal de los movimientos sociales donde la única idea fija es el paro nacional y fogonear sin descanso la movilización, me parece que el profesor Harari –dicho en forma jocosa, aunque no irreverente- no se ha equivocado en su razonamiento, sobre todo si lo extrapolamos al Homo sapiens argentino y, específicamente al Homo sapiens peronista o de izquierda.

 

Pero, ojo, no lo tomemos a la chacota… Harari nos señala que “la historia proporciona muchas pruebas de la importancia crucial de la cooperación a gran escala” y le pone nombre y apellido. Dice: “Para organizar una revolución, nunca basta con los números. Por lo general, las revoluciones las hacen pequeñas redes de agitadores y no las masas. Si queremos poner en marcha una revolución, no nos preguntemos: ‘¿Cuántas personas apoyan mis ideas?’. Preguntémonos, en cambio: ‘¿Cuántos de los que nos dan su apoyo son capaces de participar de una colaboración efectiva?’. La Revolución rusa estalló, no cuando 180 millones de campesinos se alzaron contra el zar, sino cuando un puñado de comunistas se situaron en el lugar adecuado en el momento adecuado”.

 

El Gobierno debería tomar nota –si ya no lo ha hecho- de los acontecimientos que se vienen generando y de los que están en ciernes desde alguna elite de los movimientos sociales y de los diversos grupos que conforman la oposición. Más allá de pensar en aires conspiradores –que es posible que los haya-, hay que parar la pelota y aprender a cooperar de manera flexible con todos los sectores de la sociedad para vislumbrar el camino por donde tiene que transitar la República. No será una senda fácil de transitar, pero sí nos puede ayudar a descubrir quiénes son proclives a cooperar de manera flexible y a perfilar una Argentina diferente a la de los últimos 70 años. Caso contrario, seguiremos fisionando pedernales…

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