Entre la crisis y la oportunidad

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

 

La semana pasada todos se llenaron la boca con una palabra: “Crisis”. La repetían en voz alta y en voz baja, como queriendo exorcizar el espíritu maligno que existiera en ella.

 

La palabra “crisis” deriva de una palabra griega que significa “tamizar” o “separar”. Una crisis nos confronta con la necesidad de separar lo que es viable, lo que merece vivir, de aquello que tiene que morir, nos recuerda David Steindl-Rast, un hermano de la Orden de San Benito.

 

La vida de las personas, de las comunidades, de los países, es movimiento y cambio constante. Cada cambio, cada instancia de crecimiento implica dejar algo atrás, hacer morir a lo viejo para que surja algo nuevo.

 

En chino, la palabra crisis se traduce como “Wei Ji”, formada por dos caracteres. El primero es Wei, que significa peligro y el segundo es Ji, que significa oportunidad.

 

Un conocido coach ontológico señala que los problemas son tentadores porque nos invitan a resolverlos sin dejar que nos preguntemos si existe otra manera de plantear la situación. También afirma que frente a un problema no solo podemos resolverlo, también podemos disolverlo. Y ante el asombro de ustedes y mío, afirma: “es posible disolver los problemas porque no son cosas, son planteos. De hecho, los problemas no existen independientemente de nosotros. Somos nosotros los que llamamos ‘problema’ a una situación que no esperábamos encontrar”.

 

Y este coach, para no dejarnos inmóviles, nos acerca algunos “tips” para que los imprevistos –que forman parte de una crisis- nos tengan miedo:

  • Ver lo que sucede solo como un problema es olvidarnos de que las circunstanciasen sí mismas no son ni buenas, ni malas, sino neutras; simplemente son.
  • Enfocarnos deberían haber sido de otra manera nos desgasta, porque nos invita a gastar nuestra energía en enojos, protestas, culpas y autocastigos, y así echamos por tierra cualquier posible romance con la “señorita oportunidad”.
  • Cuando las circunstancias cambian abruptamente, la primera reacción de la mente es apresurarse: hacer lo mismo, pero más rápido. En lugar de eso, hay que detenerse y rediseñar un plan pidiendo ayuda a más personas o cambiando el método de trabajo.
  • Convertir imprevistos en oportunidades no consiste en ser positivo negándose a mirar lo que no está funcionando. Se trata de aceptar que algo no funciona como se espera y, sin embargo, preguntarnos con insolencia: ¿Y si este cambio fuera una ocasión de llegar aún más lejos en mi objetivo original?
  • Los argentinos a veces somos muy tremendistas; pareciera que nos encanta volver a tropezar con la misma piedra y sólo atinamos a seguir haciendo lo mismo, pero más rápido. La pereza mental no nos permite pensar que detrás de cada crisis subyace una oportunidad de mejorar y salir adelante, no sin dolor.

Un proverbio chino nos recuerda que “lo que buscas está más cerca que tu propia yugular”. El que quiera entender que entienda…

Escribir comentario

Comentarios: 0