Reflexiones sobre el campo

Por José Luis Ibaldi - Mañanas de Campo

Aunque en los últimos tiempos se viene hablando de la tercera “Revolución de las Pampas”, podemos decir que hoy, los productores apuestan a la competitividad en sus fábricas a cielo abierto. 

 

Bueno es señalar –especialmente para los detractores del campo, que creen que “la levanta con la pala ancha”- algunos hitos por lo que fueron pasando los hombres de campo a fuerza de trabajo, innovación, sacrificio y gestión de recursos; cosa que no hicieron muchos otros sectores de la economía, a los que siempre se los ve con la mano abierta buscando que papá Estado les dé una mano.

 

Hace casi 70 años la Argentina llegó con retraso a la segunda revolución agrícola de Occidente, que se caracterizó inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, aunque venía preparándose desde las décadas de 1930 y 1940.

 

Si bien constituyó un salto cualitativo, la brecha tecnológica que se abrió entre la Argentina y los países productores agrícolas como Canadá, Estados Unidos, Australia y Nueva Zelandia, comenzó a corregirse aquí desde comienzos de la década de los ’50, particularmente en la región pampeana.

 

Es interesante subrayar algunos elementos de este proceso: mejoró la provisión de maquinarias e implementos agrícolas, rubro en el que se destaca la aparición de la cosechadora automotriz y la difusión del sistema a granel; en 1956 se creó el INTA, que agrupó los recursos existentes en el entonces Ministerio de Agricultura y Ganadería y capacitó buena parte de su personal en el extranjero; hizo su aparición la industria de semillas y agroquímicos, que unida a los avances posibilitó la producción especializada de maíz y girasol, germoplasmas nuevos para el trigo producto de la Revolución Verde y un paquete tecnológico complejo en soja. Este último caso es demostrativo de la aptitud profesional del agricultor argentino, porque simultáneamente se propagó en superficie y rendimiento. El desarrollo de la Siembra Directa revolucionó el manejo y rotaciones agrícolas.

 

Para conformar el modelo productivo actual, junto con las innovaciones tecnológicas sucintamente reseñadas, hay que situar otros elementos, especialmente dos. Las transformaciones que hubo en materia de propiedad de la tierra por la conversión de arrendatarios y aparceros en propietarios, que para algunos autores equivalió a la “farmerización” de los chacareros, por las analogías que tuvieron desde entonces con los “farmers” o granjeros norteamericanos, por una parte, y por la otra, el movimiento migratorio hacia las ciudades, debido especialmente a la expansión de la industria sustitutiva de importaciones, migración que no se ha reducido y más aún, se intensifica.

 

Tampoco hay que olvidar que por las políticas aplicadas en las décadas del ’80 y ’90, muchos productores quedaron en el camino. Sin embargo, los que subsistieron no dejaron de presentar batalla a cada adversidad con más neuronas que hormonas. Eso los fortaleció, les abrió la cabeza y los proyectó como empresarios.

 

Hoy por hoy, el campo tiene por delante grandes desafíos, que tienen que ver con trabajar más en red, unir la sinergia campo-ciudad con todas las exigencias sociales y ambientales que esto implica, mejorar su comunicación tranqueras afuera, entre otras. De avanzar en esta dirección, sin lugar a dudas podremos afirmar que el campo encamina al país a la Tercera Revolución de las Pampas.

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