El fuego desnuda realidades

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

La fila de hombres y mujeres espera ansiosa. Cada uno ocupando su lugar maneja el silencio de la mejor manera que puede. El ruido por momentos se adueña de todo y es inminente su llegada. La angustia gana las gargantas y detrás de la loma el enemigo comienza a mostrar sus cartas. El nerviosismo se respira en el aire, el combate cuerpo a cuerpo es inminente.

 

Cualquier desprevenido pensará que el relato corresponde a lo sucedido en alguna batalla épica, quizás inspirado en cualquier serie de Neflixt o de la actual “Vikings” cuyos temerarios hombres y mujeres, desean la batalla como si fuera una necesidad propia de la vida. Nada de eso, la escena es real y está inspirada en una ventosa tarde serrana, donde un puñado de productores hace “banca” a la llegada del fuego detrás de la loma, decididos a que por allí, no pasará.

 

El cortafuego es la línea de defensa, allí como en un partido imaginario, se decidirá el resultado final. El viento norte gana la escena y los remolinos propios de la bola de calor, hacen impredecible el rumbo exacto que tomarán las llamas. Todo va en aumento, el calor, la angustia y como quien espera el momento exacto, los hombres comienzan a encender el fuego, una suerte de arquería que atajará las primeras líneas del enemigo. Acompañan baldes, trapos viejos, palas, el tractor con la rastra en marcha y todo un arsenal más el propio cuerpo.

 

Fueron días dramáticos, con bomberos llegando desde muy lejos, con productores poniendo todo, con autoridades a veces presentes y otras no tanto, mezclando algunas mezquindades, temerosos de que “el turista” tema visitar un sitio que por unos días, se parece a un infierno. La única realidad es que el fuego pasará, los bomberos regresarán, las autoridades hablarán de lo actuado y de que “felizmente se contuvo sin daños para la villa turística” y simplemente, quienes no sean de ahí, lamentarán ver el paisaje muerto, los pinos quemados y hablarán del drama de la naturaleza. Nada más injusto.

 

El verdadero y gran perjudicado, será el productor agropecuario, con pérdidas incalculables, con un daño que llevará quizás años de recuperar: el listado podría comenzar con alambrados, con instalaciones, con la sombra que no estará, con la hacienda que no puede retomar a los campos sin perímetros, pero principalmente, al pasto que no está y que no estará por un buen tiempo.

 

Fueron dos grandes primaveras, con campos naturales empastados, con una gruesa que no conoció el agua y cuyos maíces y girasoles, venían peleando una lucha desigual, sin agua, sin lluvias, con calores extremos. Poco quedará de esos cultivos, o más bien, poco habrá para cosechar a la hora de hacer los números. Ni que hablar del tesoro más preciado, el barbecho, el rastrojo, ese ahorro que muchos realizan bajo tierra, acumulando material, acopiando agua, combatiendo malezas. El fuego, se llevó absolutamente todo ese capital no visible, pérdidas de las que nadie hablará, daños de los que nadie, salvo el productor, se hará cargo.

 

El sueño de las avenas tempranas va quedando atrás, inversamente proporcional al tiempo que se tardará –cuando se logren sembrar – en entrar a un pastoreo en otoño, una suerte de tormenta perfecta que nos deja al desnudo, con el pasado destruido, el presente sin material y el futuro sin construirse.

 

Por eso este pedido a todas las autoridades: sabemos que no se harán cargo, porque el desastre agropecuario no entrega cheques en blanco. Sabemos que todo continuará, que el turismo volverá, que la rueda seguirá girando. Por eso mismo, para los próximos eventos el pedido de respeto a la hora de hablar: se trata de empatía, se trata de que cuando digamos “por suerte no hubo víctimas, o está todo controlado felizmente o finalmente la Villa quedó intacta”, sepan que hay muchos detrás de esas sierra, que quedaron muy mal heridos, productivamente hablando. Hay dos realidades al desnudo, la que todos ven y hablarán a simple vista y la más dura, la que habrá que masticar en silencio.

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