Ocultos, a plena vista

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

stán ahí, a la vista de todos y sin embargo, no siempre se ven, ni siquiera se miran. Muchas veces nacieron de la desgracia, una inundación, un canal, un cambio de clima. Otras tantas están desde siempre, pero la rutina, el vértigo de la vida misma, no nos permite tomar el tiempo para detenerse a simplemente mirar, lo que siempre “estuvo detenido”.

 

Quienes viven en el campo suelen ser personas con mucha riqueza, pero de la otra, la que se compra sin dinero. Son pocos los que muchas veces así lo entienden. A veces lo económico, las incomodidades y la vida misma, va apagando una llama que nunca se apaga, porque está ahí, siempre iluminando. Son atardeceres o amaneceres únicos, porque son “ese día”, “plata de noches de luna, oro de soles eternos” nos enseña una vez más Larralde, poniendo los valores donde hay que ponerlos.

 

El tránsito es intenso, camiones y más camiones hacen que a la vista pase desapercibida para el viajero. Allá a lo lejos se ve el espejo de agua como tantos otros. Una inundación, napas, o vaya a saber si siempre estuvo ahí, pero el camino con un viejo cartel de pesquero, habla más de abandono que de actualidades. Apenas unos tres mil metros de una huella alcanzan para que nada contamine el ambiente, para que el silencio se apodere de uno de los atardeceres más increíbles que haya vivido y sin embargo, era uno más. Una playita con arena limpia y suave declive, pájaros haciendo los coros y no hace falta más. Está todo pago, la madre naturaleza puso el crédito necesario.

 

Nuestro país está lleno de bellezas naturales, pero ni siquiera hace falta conocer las de las resonantes excursiones, los grandes parques y no hablo de las maravillas como el glaciar o las cataratas. Solo hace falta mirar a tu alrededor, donde quiera que estés seguramente allí, habrá a pocos kilómetros muchos tesoros a descubrir. Un equipo de mate, una reposera, una cámara –o simplemente el teléfono- más la curiosidad necesaria para dejarse llevar por un camino vecinal, por un cartel arrumbado o simplemente, por un ramal ferroviario en desuso. Aparecerán puentes increíbles, lagunas solitarias, arroyos ruidosos y hasta podrías sorprenderte mirando el atardecer por encima de un alambrado, no hace falta mucho más para entender y disfrutar las riquezas de las cuales estamos rodeados.

 

De repente, nos sorprende el ruido del agua: varios carpinchos se meten repentinamente y una nutria sale espantada, cuidadosa de nuestra presencia. Otra laguna más y van, no se acaban las sorpresas ni los instantes congelados en el tiempo. La caña improvisada pega unos tirones y el vigésimo dientudo es devuelto al agua, ya que no lo comeremos pero queremos comprobar que en este “all inclusive” no falta comida si es necesario.

 

“Mire que lindo es mi país paisano, si usted lo viera como yo lo vi…”, asegura Don Argentino Luna, conocedor de caminos, andador de amaneceres y guitarrero de las noches. Para ver, solo hay que mirar y para eso, hay que aprender a disfrutar lo que todos los días nos regalan. Solo hace falta, “conectarse”, algo para lo que realmente no hace falta, ninguna red eléctrica. Las estadías están disponibles, no es necesario las cuotas, ni tarjetas, ni aviones.  Simplemente hay que dejarse “inundar” menos con las promociones y aprender a ver más lo que te rodea.

Escribir comentario

Comentarios: 0