Sanas costumbres

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

“Me haces la gauchada?” En esta frase usada a diario por miles de Argentinos, seguramente se resume el puente que aún une pasado y presente de un país, que más allá de las nuevas costumbres, conserva un alto grado de Tradición y permite esperanzarse en que algunas buenas raíces, todavía estén con vida.

 

“La tradición vive en nosotros, está presente en nuestros días, en nuestros gestos, en las costumbres, el abrazo diario a nuestros amigos, es parte de esa historia”. Con esas simples palabras, la “seño” de tercer grado resume a sus alumnos, parte del nuevo significado del último 10 de Noviembre. Sus alumnos, vestidos para la ocasión, esperan el momento de bailar el pericón nacional, un “pajarito” y hasta un “escondido”. El patio de recreos, por un instante, se viste de celeste y blanco, de “aro, aro!”, de los cambios que la “bastonera” impone en los ritmos, mientras que pasteles y algún mate se convidan en la tarde.

 

Indudablemente no hace falta una bombacha, una alpargata, una yerra o una jineteada –más allá de lo arraigadas que aún permanecen en nuestra gente – para que la tradición siga siendo tan Argentina, como el mate que día tras día, se convida en el descanso de una tarde trabajada en una manga, la misma ronda que se arma en el taller mecánico, o en el borde de la pileta y en cualquier matera imaginaria que todos los Argentinos respiramos cada día.

 

Es cierto, ya no hay tanta “creadilla”, ni lazos, ni “pialadas”, pero en cada rincón desde la Quiaca hasta Ushuahia, un grupo de amigos seguramente cada noche del año, se reúnen junto a un fuego a quemar un trozo de alguna carne, con la misma esencia de amistad y de reunión, que la tradición nos impone. Estará mezclada con lo más “tano” de nuestros orígenes, en un fernet y en un vermuth. Se acompañará con lo gallego de nuestros antepasados, en un buen salamín seco, en un “crudo” y por qué no, en lo francés de nuestras provoletas bien calientes para la entrada o en un “porrón” alemán que refresque nuestras tardes. En todo ese combo, la tradición sigue vigente, porque el espíritu de ella persiste.

 

Y así la taba o el sapo, serán truco, o tejo, o pesca con amigos, o fútbol o carreras que es cierto, ya no son de “pingos”, pero revivieron en los “fierros” la más profunda de las pasiones. Y las “marchas gauchas” del ayer, esas que hace pocos días se reviven cada año en la “Fiesta de las llanuras” hacia Faro o Gil, aún persiste en decenas de lugares, con las cabalgatas de Torquinst o las sierras, con las de las “Ermitas”, con las peregrinaciones a la virgen y otras tantas.

 

Y el mismo encuentro del ayer, el de la pulpería, el del bar, aún se conserva, con grupos que se escriben para un café, para una cerveza, para una previa. Están ahí, no han desaparecido, no han muerto, no se las ha llevado “Hallowen”, solo se han transformado, han evolucionado con los tiempos, han tomado otros colores, otros lugares. Pero en Argentina, el verdadero culto a la tradición, sigue anidado en el más grande de los tesoros que la evolución, la política, la economía, la inseguridad y hasta la ciencia, no han podido ni podrán erradicar: el culto a la amistad, el fanatismo por el “encuentro”, por juntarnos, por comer, si, por comer, eso también es bien nuestro.

 

La tradición está viva y no hace falta ni siquiera ir hasta el campo, para poder encontrarla. Seguramente, hoy al mediodía, se vivirá en miles de hogares Argentinos. Que ahí también, viva la patria….

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