La mejor de las herencias

Por Carlos Bodanza –Mañanas de Campo

El común de los parecidos en los varones siempre habla del padre. Sus rasgos, sus modos, las actitudes, el peinado, los ojos y hasta porque no, los gustos. Sin embargo, todos tenemos un costado materno, ese que en muchos casos nos ha dejado una herencia que suele transformarse en el más valioso de los tesoros.

 

Así seguramente estarán las que por dulzura, apañaron más a sus hijos de lo necesario, ese amor incondicional que parece no tener fin ni siquiera a la hora de las correcciones. En otros tiempos – y actuales por qué no-, seguramente motivadora de suavizar algún reto, de lograr un diálogo en discusiones, de siempre salvar en ocasiones, faltas que para el padre no siempre podían dejarse de lado.

 

Otras como en el caso de la de quien suscribe, cumpliendo de a ratos los dos roles, ángel y no tanto, con el equilibrio trastocado lógicamente por miedo siempre a quedarse corta en los dos roles. Por eso siempre – por las dudas – los dos estuvieron a flor de piel. La madre siempre será la de los abrazos, la prolongación de maestra en casa, la cocinera, la de los modales, la compinche en los amigos, la de los mates compartidos, la de los perfumes por siempre recordados.

 

Como no pensar en las madres rurales, esas que siempre han sido el sostén, de quien saliendo temprano de casa, laburando el día entero, concibió por años el concepto de “hogar”, resumido seguramente en una noche de invierno, llegando a una casa tibia, con la cena preparada y los hijos bien dispuestos, con una ducha lista y extendiendo su rol de esposa a la de un nuevo ser a contener.

 

Cómo no pensar en que esa madre, hizo patria. En la tuya que se bancó miles, que seguro laburó palo y palo con tu viejo o en la mía, que a dedo recorrió los caminos rurales de decenas de jardines de infantes, repartidos en los campos, llegando con la palabra justa, con la nueva normativa, con los controles tan necesarios para una educación futura mejor y aún, todavía aún, soñada.

 

Esas madres, que allá lejos y hace tiempo dejaron volar sus hijos, viéndolos a corta edad rumbear para un laburo, otras dejandolos en facultades, extrañando, sufriendo sin sus hijos cerca, esperándolos cada semana, cada mes, cada año. Y tendremos seguramente también sus rasgos, sus ganas, sus sueños. Porque también, nos parecemos a nuestras madres, más aún, cuando nos convertimos en padres. Y allí te das cuenta, de lo que se disfruta, de lo que se sufre, de lo que se sueña. Y claro, heredas todo, la verborragia, esa misma que muestran sus nietos, bastante su hijo y hasta tenés suerte y quizás, hasta  heredás su pluma, su ortografía, su poesía. Y ahí entendés que el camino te marca, que teniéndola o no presente, su esencia está en todos tus días, en tu existencia.

Justamente, está allí, en tu existencia, esa que hoy le estás debiendo y hoy, no podés dejar de recordar….

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