De peonadas y patronadas

Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo

El trabajo en la Argentina es parte de la grieta, una grieta que en este caso no tiene ya razones ideológicas o de partido, es una vía paralela que parece correr sin oportunidad de juntarse, y es lo que yo denomino, la “grieta cultural”. Hay un antes y un después, no se puede precisar cuándo comenzó pero seguramente las razones, están a la vista. Populismo? Casi el primer culpable.

 

La problemática tiene diversos enfoques, donde el más peligroso arranca de un país en el cual, gran parte de un interior productivo y trabajador, fue empujado hacia un exterminio, donde enormes masas de trabajadores no calificados salvo en cuestiones rurales, emigraron hacia la “gran urbe” convirtiéndose en el objeto más preciado de un sistema político perverso, al cual solo le interesaba el sujeto, como votante. Hoy escuchamos hablar de la gran crisis económica, pero principalmente de las grandes ciudades, que solo consumen y que de producir, hacen poco y nada. Caída del consumo, caída del trabajo, directamente proporcional.

 

En la cara contraria, un interior productivo en crecimiento, encuentra una enorme orfandad en materia laboral: campos recuperando hacienda, cosechadoras funcionando, agroservicios vendiendo, etc,etc, mano de obra calificada, prácticamente inexistente. Y aquí, se pone al desnudo el fruto del trabajo “mental” realizado por generaciones, donde todos son derechos y las obligaciones –inclusive impulsadas por jueces y abogados – prácticamente inexistentes. Cómplices? Lleno: sindicatos, obras sociales, médicos inescrupulosos, los buitres,  políticos, educación y el estado a la cabeza con una presión impositiva y de cargas sociales, que formar el combo perfecto para que esa grieta sea imposible de acercar.  

 

“No hay trabajo”, dicen unos. “No saben hacer nada”, dicen otros. “Y cuánto me vas a pagar?”, es la acusación. “Qué sabés hacer?”, es la defensa. Supuestos explotados y supuestos explotadores, viven las consecuencias de una carencia cultural que por el momento, no tiene vías de solución.

 

Unos deberán preguntarse, cuántas veces se tiene la posibilidad de trabajar libremente, donde gran parte de los patrones, permiten que la jornada laboral tenga el horario que el empleado quiera, mientras las tareas se realicen. Y aquí cada uno tendrá que hacer su mea culpa.  Cuántos trabajos permiten que el techo no sea pago, donde no hay un alquiler, donde no se paga la luz, donde hasta el gas –la leña jamás se cobra – puede negociarse? En cuántos lugares se puede trabajar con la patrona casi a disposición, cerca del trabajo hasta inclusive con los propios hijos.  Donde - precario o no-hay escuelas, hay trasportes, o no cuenta nunca el llevar o traer los hijos el costo que representa? O que te den la comida, que pares para comer, que tengas extras?  Pero principalmente, que goces de la libertad, un valor que en la fábrica, en talleres, en la obra en construcción, en oficinas, en cientos de lugares, no existe.

 

Están los sinsabores, claro que sí. No hay señal de celular la más de las veces, no hay luz en otras, hace frío, pasas calores, a veces toca salir el domingo, no siempre están los francos que querés, a veces te fallan, pero como en todos lados.  Insalubre? A veces, preguntale a los del Polo petroquímico. Esforzado? Siempre, o hablá mejor con el que descarga bolsas de cemento todos los días de su vida. Lejos? Puede ser, pero averiguá con los que se embarcan 45 días o se van dos meses a un pozo de petróleo. Y sí, es cierto, habrá que acomodar los de los domingos de trabajo, todo es charlable, depende de vos y depende del patrón. Pero no conozco poca gente, que hable, generalmente, solo la queja.

 

Por todo esto, por favor, no mientan: no digan que no hay trabajo, trabajo siempre hay en la Argentina para quien tenga la dignidad de querer ganarse un mango con sacrificio.  De los otros, están colmados los pueblos, abarrotadas las ciudades y completas las capitales. Trabajo hay, lo que no hay es sapienza, cultura y respeto. Lo digo, para ambos bandos, a recapacitarlo.

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