Por Carlos Bodanza - Mañanas de Campo
Llueve y llueve, toda nube que pasa, se aproxima y tiene la osadía de surcar el cielo del sudoeste bonaerense, se transforma inexorablemente en agua. Campos “explotados” de pastizales, verdeos que muestran granos en las avenas, kilos de materia verde pocas veces visto, cebadas, centenos, trigos, todo es una verdadera fiesta en los campos de la región.
Y sí, es cierto, “cuando el resto se inunda, acá estamos barbaros” repite una y otra vez más de un productor cuando intenta analizar lo que ha ocurrido. Van 1065 mm – en algunos más, en otros menos-pero lo cierto es que más allá de los 350-400 mm en un solo día, el 2025 será inexorablemente el año con más lluvias en el almanaque de toda la historia de Bahía Blanca.
Y claro, más de uno se acuerda de la frase, “no sos feo, sos pobre”, cuando jugando con las palabras muchos ven supuestos grandes artistas y otros, ver que la cuestión a veces pasa por las circunstancias y eso es ni menos lo que ocurre en la región. Acá nadie es malo produciendo –no del todo- pero lo cierto es que con lluvias, de repente todo parece bien hecho. Las vacas engordan, con o sin ternero al pie, las “conservas” desaparecen de los remates, los trigos están verdes, con o sin fertilizantes, todos parecen iguales, cuando hay lluvia de repente, las variedades son todas rendidoras y la sanidad, sin el estrés de siempre, podrá ser controlada más allá de alguna sorpresa.
Todo esto, sin menospreciar a nadie que tenga altos potenciales de rinde, o que pueda por campo tener cargas importantes por hectárea, lo cierto es que por una vez en muchos años, toca relajarse, toca disfrutar de cierta manera, de lo que significa saber que la lluvia, no es la limitante.
En el fondo quedarán, los suelos sin perfil, los riegrasses resistentes, la pedrada que nunca falta, las dos heladas de esta semana, las parisitosis que estarán como nunca para planteos acostumbrados a rodeos con sanidad sin demasiado esfuerzo, no habrá casi destetes precoces, y salir a dar vueltas en los potreros, es como jugar al Estanciero, ahora si podemos ver que las vaquillonas tengan su lote, que la recría reciba la proteína necesaria, que lo importante es ver cómo cosecharemos semejante volumen de espigas y que el vuelco no vaya a ser un problema en el soplete.
Casi, podríamos decir, todos problemas agradables, debates de disfrute, esos que aquí se dan muy de vez en cuando, en pocas regiones y en campos contados con los dedos de una mano. Atrás quedó el vendaval del 24, la inundación del 7 de marzo, los caminos destruidos, los alambres arrasados, las vacas malvendidas, y el listado infinito de que por estos pagos, la “mala” es la rutina, lo que por ahí a muchos, les toca sufrir muy de vez en cuando.
Hoy la naturaleza nos da la posibilidad a todos, de volver a empezar. De semillar lo que haya que semillar, descansando potreros, fertilizando lo que sea necesario, rotando otros, planificando las siembras, los barbechos, haciendo comida, en todos sus formatos, picado, silajes, rollos, granos en el silo, es la oportunidad en mucho tiempo, de dejar de mirar lo que ocurre cada día, para empezar a mirar, lo que haremos en Marzo.
Tarde o temprano, “lo otro” –ni lo nombro- va a volver, porque es la zona, es lo que corresponde, es lo que nos tocó, sino sería fácil, la hectárea valdría el doble o el triple de lo que vale, por eso no hay que quejarse cuando lo normal vuelva, sino mudarse y – aunque suene duro – dedicarse a otra cosa.
No somos malos produciendo, no son pobres nuestros campos, no es tan poco el precio, ni tan bajo el mercado. Nos llueve poco y con eso, créanme por aquí, están los mejores productores del país. Porque la abuela siempre tuvo razón, con “yuyo, hijo cualquiera es brujo”. Y volveremos a la frase de siempre, “Señor, danos lluvias, que nosotros haremos el resto”.


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